Mensaje de Misericordia
Regla de oro.
El Señor, en su Evangelio, nos ha dado una regla de oro, que si la cumplimos, seremos felices en el tiempo y en la eternidad: “No hagas a los demás lo que no quisieras que hagan contigo. Y haz a los demás lo que quisieras que los demás hagan por ti”.
Esto es misericordia, porque el no hacer mal a nadie está bien, pero hay que ir más allá, hay que hacer el bien a todos, pues para salvarse hay que tener fe y también buenas obras.
Si pensáramos en esta regla de oro que nos da Jesús, cuando tratamos con nuestros prójimos, ¡cuánto bien nos vendría y cuánto bien haríamos a todos!
Tengamos esta regla de oro presente a nuestro entendimiento y, sobre todo, nuestra voluntad dispuesta a cumplirla constantemente, porque así de fácil es la religión católica. No es menester saber mucho para agradar a Dios, sino más bien se trata de amar mucho, haciendo el bien a todos y a ninguno el mal, y haciendo por los demás lo que nos gustaría que hicieran con nosotros si estuviéramos pasando por una situación similar.
Es lo que promete el Señor para quien sea misericordioso: que obtendrá Misericordia, de Dios y de sus prójimos.
Si el mundo fuera misericordioso, ¡qué bendición sería para la Tierra! Los hombres viviríamos pendientes unos de los otros, tratando de competir para ver quién es mejor y mayor servidor de los hermanos. Pero en el mundo reina Satanás, y por eso hay dureza, egoísmo y maldad en los hombres envenenados por el Maligno.
Al menos nosotros, que nos decimos católicos y seguidores de Cristo, practiquemos la misericordia siempre, y tendremos una veta de consuelo en lo profundo de nuestra alma, y luego, en la eternidad, el Cielo bendito.
Jesús, en Vos confío.