Signos de los tiempos
Las calamidades.
Las calamidades de todo género van en aumento. Y es lógico que esto
suceda porque el pecado ha aumentado mucho y siempre es el pecado la
causa de todos los males, incluso los desastres naturales, enfermedades y
calamidades de todo género.
Porque Dios no quiere el mal, pero lo permite para castigo de los
hombres que, al pecar, se desposan con Satanás y éste les da sus dones,
que son la violencia, la maldad, el odio y toda clase de males
materiales y espirituales.
Porque hay que entenderlo de una vez por todas: Dios no es la causa del
mal, pues Dios es Bueno y Él no puede nunca causar un mal. Todo el mal
viene de Satanás y de los hombres malvados, y Dios permite a veces este
mal, porque sabe sacar un bien para sus hijos, y a través de estos
castigos permitidos por Dios, es como el hombre muchas veces entra en sí
mismo y recapacita; vuelve a acordarse de la vida eterna, de que algún
día tendrá que morir, y así se salvan del Infierno. Esto es lo que
produce muchas veces el castigo. Pero Dios no nos querría castigar
nunca, porque Él es un Dios de amor, Él es el Amor, cuando Satanás es
Odio. Por eso tenemos que rezar cada vez más para reducir el avance del
mal, del Maligno, para reparar por tantos pecados cometidos y ya no
reparados, porque si superamos la medida, si la copa de la Divina
Justicia se desborda, seremos aplastados. Entonces este es tiempo de
hacer sacrificios y oraciones para detener o al menos frenar los males
que vienen por causa de los pecados de los hombres.
Tratemos de convertirnos mientras hay todavía tiempo, porque ya estamos
viendo los desastres naturales, pestes y guerras, que solo tienen su
causa en el pecado de los hombres.
El demonio no solo quiere destruir las almas, sino la Iglesia y hasta la
misma naturaleza y el mundo. Todo quiere destruir, porque él es Odio y
nada más que odio. Entonces opongamos el amor al odio, y devolvamos bien
por mal, que así contribuimos a alejar de nosotros, de nuestros seres
queridos y de nuestra patria, los castigos mil veces merecidos por
nuestros pecados.
¡Ven Señor Jesús!