Dios es bueno y nos ama
Remedio amargo.
A
ninguno nos gustaba, de pequeños, tomar ningún remedio amargo. Y ahora,
que somos pequeñuelos de Dios, también queremos sólo bebidas dulces,
pero no remedios amargos.
Pero
es que los remedios nos hacen bien cuando estamos enfermos. Y nosotros
estamos muchas veces enfermos, no tanto en el cuerpo, sino en el alma, y
es necesario que Dios de vez en cuando nos administre algún medicamento
amargo, es decir, algún sufrimiento, o dolor.
Si
Dios no haría esto con nosotros, entonces no adelantaríamos, porque el
adelanto está en asimilar las cosas que nos van sucediendo cada día,
buenas y malas, pensando que si Dios las quiso para nosotros, o que al
menos las ha permitido, es siempre por un bien para nosotros.
Son
las podas del Señor, como el mismo Cristo ha dicho en el Evangelio. Son
las podas del Padre, que a veces parecen que hacen más daño que bien.
Incluso quien ha paseado por algún viñedo en época de poda, cree que el
viñador ha matado a la planta, de tanto como la ha podado. Pero que
venga en tiempos de frutos y verá lo admirable de los frutos de esa vid.
También
a veces el Señor permite algún dolor en nuestra vida que “nos mata”
aparentemente. Pero esperemos que pase el tiempo, y veremos cómo da sus
frutos. Y el sólo hacernos más misericordiosos, sabiendo compadecer a
quienes pasan un dolor semejante al nuestro, ya es un buen fruto, porque
no otra cosa ha hecho el Señor, que vino a padecer con los hombres para
entender en carne propia lo que significa sufrir, y así ser compasivo.
¡Bendito sea Dios!