Perseverar es la contraseña
Busquemos ayuda.
Nadie hay más santo que Jesucristo, ni nadie fue más perseverante que Él
en todo. Pero también es cierto que el Señor necesitó de la ayuda de un
Cireneo para llevar la cruz, y con esto nos quiso mostrar el Señor que
solos no podemos andar por el mundo, sino que en algún momento de la
vida –o en varios momentos de ella- necesitaremos la ayuda de hermanos
que nos alivien la carga y nos den ánimo y fuerza para continuar.
Dios quiere que lleguemos al Cielo tomados de las manos con otros
hermanos. Porque nadie se salva solo ni se condena solo, y los hombres
somos solidarios unos con otros, y si vivimos lo suficiente en este
mundo, comprobaremos por nosotros mismos que en algunos momentos es
imprescindible la ayuda, ya sea humana, sobrenatural, medicinal,
psicológica, etc., y Dios también nos provee de estas ayudas, de modo
que no debemos rechazarlas, sino todo lo contrario, porque Dios nos
ayuda con los medios comunes, como por ejemplo los medicamentos, para
levantarnos en el camino de la vida.
No hay que tener vergüenza de nada. Como dice el dicho popular:
“¿Vergüenza?, sólo para pecar”, pero todo lo demás no debe darnos
vergüenza, porque lo que nos humilla, en realidad nos levanta muy alto, y
quien cree no necesitar de nadie, se está engañando, o mejor dicho, lo
está engañando el Maligno, ya que todos necesitamos en primer lugar de
Dios, y en segundo lugar del prójimo.
Entonces, cuando estemos abatidos, busquemos ayudas, en el Cielo y en la
tierra, porque Dios permite que suframos para que otros hagan la buena
obra de aliviarnos y socorrernos.