Diario vivir
Conversión.
Cada día que pasa es un día menos que tenemos de vida, y un día más que
nos acercamos a la muerte y al juicio de Dios. Entonces no tenemos que
desperdiciar el tiempo de vida que Dios nos ha concedido y que no
sabemos cuánto será. Debemos aprovechar el tiempo para convertirnos, es
decir, para volver a cumplir los mandamientos y las enseñanzas del
Evangelio si es que hemos dejado de cumplirlos. Y si ya los cumplimos,
pues hay que cumplirlos mejor y con más delicadeza, porque la conversión
no es un proceso único sino que es progresivo y cada día nos tenemos
que convertir más profundamente a Dios.
¿Quién no tiene defectos y pecados en los que cae frecuentemente? Pues
bien, no tenemos que resignarnos a esto, sino trabajar por eliminar ese
defecto o vicio. Con la ayuda de Dios podemos hacerlo. Debemos hacerlo.
Porque Dios nos da todo para que lo podamos hacer, el tema es que
nosotros “queramos” hacerlo.
Si Dios nos da todas las herramientas y materiales para construir
nuestra santidad, pero resulta que por dejadez, pereza o mala voluntad
no los sabemos aprovechar, entonces Dios no tiene la culpa de que
vayamos al Infierno. Porque Dios no envía a nadie al Infierno, sino que
el hombre mismo se va solito debido a que no ha aceptado a Dios ni ha
querido cumplir su voluntad, es decir, los Diez Mandamientos.
Esto es una cosa seria. Es la cosa más seria que tenemos en nuestra
vida: nuestra conversión, nuestra salvación. Porque si nos salvamos y
vamos al Cielo, seremos para siempre felices; pero si nos condenamos y
vamos al Infierno, nos espera el horror eterno.
Muchas veces nos parece que esto de la religión es un invento de los
curas o exageraciones. Pero esta es una idea que sugiere el demonio para
distraernos y que no nos rebelemos, y así nos pueda llevar fácilmente a
su Infierno, donde espera torturarnos por los siglos de los siglos.
Seamos inteligentes y astutos y trabajemos por nuestra salvación y
santificación, porque no hay nada más importante que esto en la vida.
Dejemos de lado los problemas del fútbol, de los noticieros, del comer y
el beber, del tener, y pongamos en primer lugar el tema de nuestra
salvación eterna, porque somos nosotros los más interesados de que este
asunto salga bien, de lo contrario habremos vivido en vano.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.