Mañana, mañana...
Muchos esperan al último momento de sus vidas para arreglar su
conciencia con Dios. Ponen en peligro su salvación eterna, dejando para
el último momento de su existencia la confesión con el sacerdote.
Pero esto es un grave error y una gran imprudencia, porque, primero: no
sabemos si tendremos tiempo y modo de confesarnos antes de que nos
llegue la muerte; y, segundo: si no estamos acostumbrados a confesarnos,
es muy difícil hacer bien la confesión en el momento terminal de
nuestra vida, en que tenemos tantos temores y cuando el demonio pone
todo su esfuerzo para llevarnos a su Infierno, desatando sobre nosotros
su última tentativa, la última batalla para arrebatarnos el alma.
Es verdaderamente de locos dejar la confesión para mañana, para después,
para el último día, porque no sabemos si podemos contar con ese
“mañana”, ya que con lo único seguro que contamos es con el “ahora”, con
el “hoy”.
Esta es una astucia de Satanás, que nos hace aplazar hasta último
momento la reconciliación con Dios, porque sabe que de esa forma él
tiene una gran oportunidad de llevarnos a la perdición eterna.
Meditemos hoy profundamente cómo está nuestra alma, y si descubrimos que
vivimos en pecado mortal, hagamos un acto de sincero arrepentimiento y
vayamos a confesarnos HOY MISMO con un sacerdote, porque no sabemos si
mañana veremos la luz del día.