viernes, 27 de enero de 2017
Misterio...
Misterioso porqué
"En este mundo, señores, suelen triunfar los malvados. Y la virtud,
ultrajada y escarnecida, suele terminar en la cárcel, en el destierro,
cuando no en la más afrentosa de las muertes. Los ejemplos históricos y
contemporáneos son tan abundantes y conocidos, que renuncio a poner
ninguno.
No os escandalice este hecho, señores. No os cause extrañeza alguna,
porque tiene una explicación clarísima a la luz de la teología católica y
aún del simple sentido común. Ha sido siempre así y continuará siendo
hasta el fin de los siglos: en este mundo triunfarán siempre los malos, y
los buenos serán siempre perseguidos. ¡Siempre!
No os escandalice esto, que la explicación es sencillísima. Es una
consecuencia lógica de la infinita justicia de Dios. ¿Os extraña esta
afirmación? Tened la bondad de escucharme un momento.
No hay hombre tan malo que no tenga algo de bueno, y no hay hombre tan
bueno que no tenga algo de malo. Y como Dios es infinitamente justo, ha
de premiar a los malos lo poco bueno que tienen y ha de castigar a los
buenos lo poco malo que hacen. Esto es cosa clara: lo exige así la
justicia de Dios.
Ahora bien: como los malvados, en castigo de sus crímenes, irán al
infierno para toda la eternidad, Dios les premia en esta vida las pocas
cosas buenas que hacen. Y como los buenos han de ir al cielo para toda
la eternidad, Dios comienza a castigarles en esta vida lo poco malo que
tienen, con el fin de ahorrarles totalmente, o en parte, las terribles
purificaciones ultraterrenas.
Ahí tenéis la clave del misterio. La mejor señal de reprobación, la más
terrible señal de que un hombre malvado acabará en el infierno para toda
la eternidad, es que siendo efectivamente un malvado, un anticatólico,
un blasfemo, un ladrón, un inmoral, etc., triunfe en este mundo y todo
le salga bien. ¡Pobre de él! No le tengáis envidia por sus triunfos,
tenedle profunda compasión. ¡La que le espera para toda la eternidad!
Dios le está premiando en este mundo lo poquito bueno que tiene y le
reserva para el otro el espantoso castigo que merece para toda la
eternidad. ¡No tengáis envidia de los malvados que triunfan, tenedles
profunda compasión!
En cambio, no tengáis compasión del bueno que sufre, no compadezcáis a
los Santos que en este mundo sufren tanto y son víctimas de tantas
persecuciones. Tenedles más bien, una santa envidia; porque esos
fracasos y tribulaciones humanas dicen muy a las claras que Dios les
castiga en este mundo misericordiosamente sus pequeñas faltas y
flaquezas para darles después el premio espléndido de sus virtudes en la
eternidad bienaventurada.
Los Santos, señores, veían con toda claridad estas cosas. Iluminados por
las luces de lo alto, se echaban a temblar cuando las cosas les salían
bien, pensando que quizá Dios les quería premiar en este mundo las pocas
virtudes que practicaban, reservando para el otro el castigo de los
muchos defectos que su humildad multiplicaba y agrandaba. Y, al
contrario: cuando el mundo les perseguía, cuando les pisoteaban,
levantaban sus ojos al cielo para darle rendidas gracias a Dios, porque
esperaban de Él el perdón y la recompensa en el cielo, por toda la
eternidad.
Esto que los Santos veían ya con toda claridad en este mundo, es preciso
que aparezca con la misma evidencia palmaria ante la humanidad entera.
Es preciso que se desvanezca el tremendo escándalo del triunfo de los
malos y el fracaso de los buenos. Tiene que haber un juicio universal y
lo habrá. Entonces volverán las cosas al lugar que les corresponde y se
verá claramente quiénes son los que verdaderamente han triunfado y
quiénes han fracasado para toda la eternidad."
(De “El Misterio del más allá” – P. Royo Marín)
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