Mensaje espiritual
En el momento propicio.
El demonio es muy astuto, y si bien siempre está alrededor nuestro
buscando devorarnos, es cierto también que él prefiere atacar en los
momentos en que nos sentimos débiles y desanimados.
Esto mismo fue lo que hizo con Jesús, que en el desierto lo tentó
justamente cuando el Señor, después de los cuarenta días de ayuno,
sintió hambre, y es ahí mismo que se aparece el tentador y hace su obra.
También, al final de la vida terrena de Cristo, en el Huerto de
Getsemaní, cuando Jesús tenía miedo por lo que le esperaba, fue ahí
cuando Satanás lo tentó con todas sus fuerzas.
Y es bueno que tengamos esto presente, esta gran verdad, pues el demonio
no nos tentará tanto cuando estamos perfectamente bien de salud y con
mucho ánimo y esperanza, sino que lo hará cuando estemos enfermos,
abatidos, desanimados, asustados. Porque hay que saber que el demonio es
muy cobarde, y como dice San Ignacio de Loyola, hay que enfrentarlo y
ponerse firme y no tenerle miedo, porque si le tenemos miedo él se
envalentona, pero si lo enfrentamos, huye.
Un arma que utiliza muy a menudo el demonio es el arma del desaliento.
¡Cuántas veces habrá tratado de desalentar y desanimar a Jesús en su
misión, mostrándole para cuántas almas sería inútil todo su sacrificio! Y
Satanás no cambia en sus artes y sigue utilizando esta táctica, que
tantas victorias le ha hecho obtener.
Entonces estemos en guardia y defendámonos de estos ataques del enemigo
del alma, mediante la oración, los sacramentos, los sacramentales y,
sobre todo, una confianza ilimitada en Dios y en María Santísima.
El demonio nos pinta el presente y el futuro de negro y quiere
desanimarnos y descorazonarnos. No le demos el gusto y sigamos adelante
con esperanza y más perseverancia. Pero esto solo lo podremos lograr con
la oración frecuente, porque es a través de la oración que recibimos
toda la fuerza y gracia de Dios para seguir en el combate y no sucumbir a
sus maldades.