martes, 20 de noviembre de 2012
Mes de la Virgen María...
DÍA CATORCE (20/NOV)
Del amor al prójimo
CONSIDERACIÓN. – El Divino Maestro, nos dice, en el Evangelio, que el primer mandamiento es
amar a Dios sobre todas las cosas y que el segundo, en todo semejante al primero, es amar al prójimo
como a nosotros mismos, por el amor de Él.
María, nuestra Madre, no dejó nunca de practicar, con gran perfección, esta bella virtud de la
caridad. Ella amaba al prójimo puesto que amaba a Dios; veía el prójimo en Él y más tarde, llevó este
amor a la sublimidad, puesto que, al pie de la Cruz, aceptó la muerte de su divino Hijo, por la salvación
del género humano.
No basta reconocer, de un modo general, que debemos amar a nuestros hermanos; es necesario, en
la práctica, probarles ese amor y esto nos será más fácil, cuanto más nos dejamos guiar por la fe, porque
de este modo, viendo, como veía la Santa Virgen, a Dios en nuestros hermanos, los amaremos a pesar de
todos sus defectos y podremos triunfar de las antipatías y aversiones naturales que tantas veces perjudican
la paz en las familias.
San Juan, llegado a una edad muy avanzada, se hacía llevar a la asamblea de los fieles y les repetía
sin cesar: “mis pequeños hijos, amaos los unos a los otros”, resumiendo así, esta sublime doctrina de la
caridad, de la cual fue el apóstol toda la vida.
Los primeros cristianos habían comprendido bien esto: estaban tan unidos los unos a los otros, que
los paganos se admiraban de sus virtudes y decían: “¡Ved cómo se aman!” Sus bienes eran comunes y
ponían en práctica este mandamiento del Salvador: “Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos”.
EJEMPLO. – En un invierno tan riguroso que mucha gente moría de frío, San Martín encontró en
una de las puertas de la ciudad de Amiens, a un pobre harapiento. Movido a compasión, viendo que nadie
había reparado en su miseria, pensó que Dios se lo había reservado particularmente para aliviarlo. Mas
¿qué podría hacer habiendo distribuido ya todo su dinero en obras de esta naturaleza y no teniendo más
que una capa con la cual se hallaba cubierto?
Cortó en dos partes la capa con su espada y reservándose la más pequeña dio la otra al pobre, para
revestirse.
la noche siguiente, cuando San Martín dormía, se le apareció Jesús, cubierto con esta parte de la
capa y oyó estas palabras: “Aunque Martín no sea aún más que catecúmeno, me ha dado, sin embargo,
este vestido”.
Recordando así, que es Él mismo, a quien nosotros vestimos o alimentamos en la persona del pobre.
PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Pueda ¡oh María! arder siempre mi corazón y
consumirse mi alma por Vos.
Jesús, mi Salvador y María, mi tierna Madre, acordadme, por vuestros méritos, amaros tanto como
sois dignos. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Asistiré a los pobres tanto como pueda y veré a nuestro Señor sufriendo, en
ellos.
JACULATORIA. – Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos
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