Los Papas hablan de la
oración
Aprender a rezar.
Pero sabemos
bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso
aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios
mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: «Señor, enséñanos a
orar» (Lc 11,1). (Beato Juan Pablo II -
Novo Millennio
Ineunte)
Comentario:
Tenemos que aprender a rezar, porque de
la oración y de su eficacia depende nuestra vida y la vida de nuestros seres
queridos y del mundo entero. Efectivamente en esta vida necesitamos
constantemente de la ayuda de Dios para salir victoriosos de todas las pruebas
que nos pone el demonio. Y entonces tenemos que recibir gracias de Dios, y éstas
se obtienen ordinariamente por la oración, ya que Dios así lo ha dispuesto. Si
no rezamos, no esperemos obtener nada de Dios, no esperemos salir vencedores en
las pruebas de la vida. Pero para rezar, hay que rezar. Y no es un juego de
palabras, sino que a rezar se aprende rezando, no hay otra
forma.
Se puede decir que la oración es ese
tesoro escondido en un campo, que encuentra un hombre, y vende todo lo que posee
y compra aquel campo. Porque con la oración lo tenemos todo resuelto, y cuanto
mejor oremos, tantas más cosas obtendremos para nosotros, para los nuestros y
para la tierra entera, porque quien ora tiene al mismo Dios consigo, y es en
cierta manera omnipotente, porque la oración bien hecha obtiene todo de
Dios.
Toda nuestra vida debe ser un crecer en
la oración, un avanzar en el trato personal y amoroso con Dios, ya que eso es la
oración, que a veces se hace con palabras y oraciones ya hechas, y a veces sólo
con palabras nuestras o simples suspiros del corazón, miradas de amor al
Santísimo, besos a los crucifijos, y todo acto de amor a Dios y al prójimo es
oración.
Un soldado que está en la guerra debe
aprender a usar bien sus armas. Un cristiano está en guerra contra el Infierno,
y una de las armas más eficaces que debe aprender a usar es el arma de la
oración.
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