Ser santos
Humildad profunda.
Querer ser santo es tratar de levantar un
edificio espiritual que llegue muy alto. Pero todos sabemos que los grandes
edificios y construcciones, esos rascacielos que vemos en las ciudades modernas,
son enormes y parecen que tocaran el cielo; pero hay algo que no se ve, y es
todo lo que esas construcciones tienen sepultado.
Efectivamente cuando algún arquitecto
quiere construir un gran edificio, primero debe excavar muy hondo en el suelo,
en la tierra, para echar los cimientos. Y así tenemos que hacer nosotros también
para llegar a la santidad: excavar en la tierra, es decir, profundizar en la
humildad.
La virtud base para la santidad es la
humildad, porque sin humildad no hay construcción posible. Y todo nos debe
servir para ser más humildes, tanto si vivimos en gracia de Dios, como si caemos
en pecados graves; lo primero nos debe llevar a dar gracias a Dios porque no nos
deja caer; y lo segundo, nos debe demostrar lo frágiles que somos, que por
nosotros mismos somos menos que nada.
Todo, absolutamente TODO en nuestra vida
debe ayudarnos a ser humildes. Si no vamos por este camino, entonces estamos
engañados por el Maligno, que es soberbio y orgulloso, y quiere llevar por el
mismo camino a los hombres.
Un buen comienzo en la escalada a la
cumbre de la santidad, sería hacer una completa y sincera confesión sacramental
de toda nuestra vida, humillándonos ante Dios, para tomar impulso hacia las
cumbres.
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