VATICANO,
26 Mar. 14 / 10:05 am (ACI).- En la catequesis de la
audiencia general de hoy ante
miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco
reflexionó sobre el
sacramento del orden sacerdotal, y precisó que si el sacerdote
no apacienta a
su rebaño con amor, entonces “no sirve”.
El
Santo Padre explicó que el orden sacerdotal, “de tres grados:
episcopado,
presbiterado y diaconado, es el Sacramento que permite el
ejercicio del
ministerio, confiado por el Señor Jesús a los Apóstoles, para
apacentar su
rebaño con el poder de su Espíritu, de acuerdo a su corazón.
Apacentar el
rebaño de Jesús con la potencia no de la fuerza humana o la
propia potencia,
sino del Espíritu y según su corazón; el corazón de Jesús, que
es un corazón de
amor”.
“El
sacerdote, el obispo y el diácono deben apacentar el rebaño
del Señor con amor.
Si no lo hacen con amor, no sirve. Y, en este sentido, los
ministros que son
elegidos y consagrados para este servicio prolongan en el
tiempo la presencia
de Jesús, si lo hacen con el poder del Espíritu Santo, en el
nombre de Dios y
con amor”.
El
Papa se refirió luego a tres aspectos propios del Orden
Sacerdotal. El primero
es que “los ordenados son colocados a la cabeza de la
comunidad. ¡Ah¡ están “a
la cabeza”. ¡Sí! Sin embargo, para Jesús significa poner la
propia autoridad al
servicio, como Él mismo lo ha demostrado y enseñado a sus
discípulos”. “Un
obispo que no está al servicio de la comunidad, no hace bien,
un sacerdote, un
cura, que no está al servicio de la comunidad, no hace bien. Está equivocado”, agregó.
El
segundo aspecto es “el amor apasionado por la Iglesia. Pensemos
en el pasaje de la Carta a los
Efesios, en la que San Pablo dice que Cristo ‘amó a la Iglesia
y se entregó por
ella para hacerla santa, purificándola con el lavado del agua
mediante la
Palabra y para presentársela a sí mismo a la Iglesia toda
gloriosa, sin mancha
ni arruga’. En virtud del Orden, el ministro dedica todo su
ser a su comunidad
y la ama con todo su corazón: es su familia”.
“El
obispo, el sacerdote aman a la Iglesia en su comunidad, y la
aman fuertemente,
¿cómo? Como Cristo ama a la Iglesia. Lo mismo dirá San Pablo
del Matrimonio: el esposo
ama a su esposa como Cristo
ama a la Iglesia. Es un misterio grande de amor este del
Ministerio ordenado y
aquel del Matrimonio. Los dos Sacramentos, que son el camino por
el cual las personas habitualmente van al Señor”.
El
tercer aspecto es la oración y la vida sacramental
con la Eucaristía diaria
y la confesión constante: “El obispo que no reza, el obispo
que no siente y
escucha la Palabra de Dios, que no celebra todos los días, que
no va a
confesarse regularmente, y lo mismo el sacerdote que no hace
estas cosas, al
final pierden esta unión con Jesús y ellos se hacen mediocres
y esto no hace
bien a la Iglesia”.
“Por
esto debemos ayudar a los obispos, a los sacerdotes a rezar, a
escuchar la
Palabra de Dios que es el alimento cotidiano, a celebrar cada
día la Eucaristía
y a ir a confesarse habitualmente. Y esto es tan importante
para la
santificación de los obispos y de los sacerdotes”.
El
Santo Padre dijo luego: “quisiera terminar también con una
cosa que me viene a
la mente: ¿cómo se debe hacer para transformarse en sacerdote,
dónde se venden
las entradas? No, no se venden, ¿eh? Ésta es una iniciativa
que toma el Señor.
El Señor llama, llama a cada uno que él quiere que se haga
sacerdote”.
“Y,
a lo mejor hay algunos jóvenes aquí que han sentido esta
llamada. Las ganas de
hacerse sacerdotes, las ganas de servir a los otros en las
cosas de Dios, las
ganas de estar toda la vida al servicio para catequizar,
bautizar, perdonar,
celebrar la Eucaristía, sanar a los enfermos, toda la vida
así”.
Finalmente
el Papa señaló: “si alguno de ustedes ha escuchado esto en el
corazón, es Jesús
que lo ha puesto allí, ¿eh? Cuiden esta invitación y recen
para que esto crezca
y dé frutos en toda la Iglesia. Gracias”.
Comentario: dime cada cuánto se
confiesa un Sacerdote y te diré qué tan bueno puede ser. Esto
también se aplica a cualquiera.
Juan Pablo II y Benedicto se confesaban cada semana, el Papa Francisco, cada dos.
Juan Pablo II y Benedicto se confesaban cada semana, el Papa Francisco, cada dos.
¿y tú?
¡ Ave María puríssima !
Gracias por tu apoyo. Recemos unos por
otros.
Unidos en el Corazón de la Sagrada Familia
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