Comunión frecuente.
Así como
el cuerpo necesita alimentarse para vivir, también nuestra alma necesita la
Eucaristía para alimentarse y tener vida, es decir, gracia de Dios.
La
Comunión frecuente es una especie de antídoto contra el veneno del pecado, que
nos va como minando nuestra alma. Si comulgamos seguido, entonces mantendremos
alejado a Satanás, y las tentaciones se vencerán más fácilmente.
Sólo el
estar completamente seguros de haber cometido pecado grave o mortal, nos debe
impedir acercarnos a comulgar. Pero si hay dudas, tenemos que seguir comulgando,
porque hay que saber que el demonio hace todo lo posible por alejar a las almas
de la Eucaristía, ya que sabe muy bien que quien recibe la Comunión
cotidianamente y con buenas disposiciones, es una presa perdida para
él.
No dejemos
pasar un solo día sin ir a recibir al Señor Sacramentado, porque cada vez que lo
recibamos, una Fuerza entrará en nosotros y un alimento celestial nos dará la
fortaleza para seguir andando en este camino de la vida, en que somos probados
en la fe.
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