Ir a Misa.
La Misa
nos fortalece en el camino de la vida, y no sólo porque en ella recibamos la
Sagrada Comunión, sino también porque, aunque a veces no podamos comulgar en
ella, ya con el sólo hecho de participar de la Misa, estamos recibiendo muchas
gracias y dones del Señor.
Los Santos
no se conformaban con oír sólo una Misa diaria, sino que muchos de ellos hacían
el esfuerzo de participar de varias Misas por día. ¡Y a nosotros nos cuesta
tanto ir al menos a Misa los Domingos! ¡Qué lejos estamos todavía de esos
varones y mujeres de gran fe!
La Misa es
el mismo Sacrificio del Calvario, y quien participa en ella, está participando
en la Pasión del Señor, hecha presente misteriosamente en ese
momento.
Lo mejor
es que recibamos la Eucaristía en la Misa. Pero no cometamos el error de, por no
poder comulgar sacramentalmente por algún motivo, dejemos de ir a Misa, ya que
el asistir a Misa nos libra de males y desgracias de todo tipo. Y, además,
siempre estará a nuestro alcance el poder comulgar espiritualmente, diciéndole a
Jesús que venga a nuestro corazón de forma espiritual. Y esto vale mucho, porque
en una revelación ha dicho el Señor que las comuniones sacramentales son de oro,
y las comuniones espirituales son de plata.
Vayamos a
Misa todos los días, y tratemos de comulgar sacramentalmente cuanto más podamos;
y siempre comulguemos espiritualmente, y las ayudas de todas clases lloverán
sobre nosotros y sobre los que amamos.
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