ábado 19/SEP/15
Evangelio del día.
Lc 8, 4-15.
Dar frutos.
Como
se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las
ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: “El sembrador salió a
sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde
del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de
humedad. Otra cayó entre las espinas, y éstas, brotando al mismo tiempo,
la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al
ciento por uno”. Y una vez que dijo esto, exclamó: “¡El que tenga oídos
para oír, que oiga!”. Sus discípulos le preguntaron qué significaba
esta parábola, y Jesús les dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer
los misterios del reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en
parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola
quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al
borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y
arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los
que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría,
apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el
momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son
los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los
placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a
madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra
con su corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su
constancia”.
Reflexión:
Para
que la Palabra de Dios dé fruto en nosotros debemos tener
perseverancia. Es decir, ser constantes en escucharla y ponerla por
obra. Como nos dice la parábola del sembrador, hay muchas cosas que
atentan contra la Palabra en el corazón del hombre. Y son cosas que nos
pueden pasar a cualquiera de nosotros si no vigilamos. Por eso debemos
tener presente estos tres puntos: Aferrarnos a la Palabra adecuando
nuestra vida a Ella, perseverar en las pruebas de la vida y vigilar
constantemente en nuestro corazón. Así produciremos frutos de vida
eterna.
Pidamos
a la Santísima Virgen que Ella nos descubra y nos ayude a combatir los
obstáculos que hay en nuestro corazón y que nos impiden hacer
fructificar la Palabra.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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