Vivir católico
Evitar el pecado
“¡Morir antes que pecar!”, decían los santos. ¿Y nosotros?, ¿decimos lo
mismo? A veces hay que reconocer que cometemos el pecado muy fácilmente,
sin darnos cuenta de que al pecar estamos crucificando nuevamente al
Señor y nos hacemos esclavos del demonio, que así puede actuar e influir
en nuestras vidas.
Si viéramos lo horrible que es un alma en pecado mortal, no pecaríamos nunca más.
Pero a veces caemos en pecado porque no somos cautelosos. No ponemos por
obra lo que prometimos en la última confesión, cuando dijimos en el
Pésame: “Propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones
próximas de pecado”. Es decir, que no evitamos las ocasiones próximas de
pecado y así caemos lastimosamente en el pecado.
Una vez un muchacho me decía que iba a ir a un lugar malo con la
intención de convertir a los que allí estaban. Ésta es una tentación muy
común, que pone el demonio en nuestra cabeza para arrastrarnos al mal.
Lo más probable es que ese muchacho, en lugar de convertir a otros, haya
sido “convertido” al mal. No hay que abusar y creernos invencibles,
sino ser prudentes porque las tentaciones son muy fuertes, y el que no
vigile y ore incesantemente, perecerá.
Ya lo dice la Escritura: “Quien ama el peligro, perecerá en él”.
¿Entonces por que ponernos en ocasión de pecar? Eso es ya pecado, porque
es presunción y buscar el peligro. Porque Dios nos quiere ayudar, pero
si nosotros nos arrojamos voluntariamente a las tentaciones, entonces
Dios nos dejará librados a nuestra libertad y caeremos miserablemente.
Recordemos que en estas batallas contra las tentaciones, especialmente
contra las tentaciones impuras, el valiente es quien huye de ellas y no
el que trata de enfrentarlas.
Como aquel que se había convertido y pretendía volver a su antiguo amor y
tratar de convencerla y llevarla por el buen camino. Lo más probable es
que este hombre haya caído nuevamente en el pecado.
No hay que hacerse el valiente, sino ser valientes realmente huyendo de
las ocasiones. Que es mucho lo que se juega: nuestra salvación o
condenación eterna.
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