Evangelio del día.
Jueves 20/ABR/17.
Lc 24, 35-48.
Jueves de la Octava de Pascua.
Los discípulos que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les
había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el
pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio
de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos y llenos de
temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están
turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy
yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como
ven que yo tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era
tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a
creer. Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos
le presentaron un trozo de pescado asado, él lo tomó y lo comió delante
de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les
decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la
Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la
inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así
estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos
al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía
predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los
pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Reflexión:
Jesús resucitado se aparece a los discípulos y lo primero que les dice
es: “La paz esté con ustedes”. Jesús es el Príncipe de la Paz, y la paz
es el signo de la presencia de Dios. Si un pensamiento nos deja
inquietud o turbación debemos rechazarlo porque no viene de Dios, ya que
si es de Dios siempre nos dará paz. La paz proviene de estar
reconciliado con Dios. Por eso el mundo no tiene paz, porque vive
alejado de Dios y despreciando sus mandamientos. Siempre debemos cuidar
nuestra paz interior que lo lograremos especialmente rezando el Santo
Rosario como nos dice la misma Santísima Virgen en sus apariciones y
confesándonos frecuentemente para vivir en amistad con Dios.
Pidamos a María Santísima la gracia de tener paz en medio de las
dificultades que tengamos que vivir y rechazar todo pensamiento que nos
quite dicha paz.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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