Por un plato de lentejas.
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Leemos en la Sagrada Escritura que Esaú vendió su primogenitura a su
hermano por un plato de lentejas. Y no pocos hoy venden su fe, su alma,
por un beneficio material.
La fe no se negocia. El alma no se vende. No sería de extrañar que si
aparece el Anticristo dando un bienestar material, sean legiones los que
lo sigan y adoren. Muchos venden su alma al diablo con tal de tener pan
y circo, y eso lo saben muchos gobernantes, precursores de aquél
antagonista último del Señor.
¿Se puede ser marxista y hombre de bien? No. ¿Se puede ser comunista y
católico? No. Sin embargo muchos creen que sí. Pero el marxismo es un
error diabólico, porque se basa en el odio, que no puede tener origen
sino en Satanás. Odio entre clases, odio entre sexos, odio a la
justicia, odio, odio y más odio. Por lo tanto vemos que son
incompatibles el ser cristiano y hombre de bien y el ser marxista o
comunista. Porque disfrazando esta perniciosa doctrina bajo el manto de
bien social o de favorecer a los pobres, en realidad no se ama a los
pobres, sino se siembra odio por todas partes, y sabemos que la fuente
del odio es el demonio.
Se está llevando a cabo una revolución mundial, que quiere poner todo
patas arriba, en espera del Anticristo. Por eso tenemos que estar
atentos y ser astutos como serpientes y no dejarnos engañar por la
cantinela que a todas horas y por todos los medios de comunicación nos
cantan, tratando de convencernos de que es bueno seguir a la Bestia, de
que es bueno ser secuaz del Dragón rojo del Apocalipsis, a saber, el
ateísmo marxista.
Recordemos que el Anticristo se presentará como salvador del mundo y
como seductor, que seducirá a muchísimos, y ojalá no seamos nosotros de
su número.
El trigo y la cizaña están muy mezclados, no sólo en el mundo, sino
también dentro de la misma Iglesia, y es por eso que vemos cosas graves
en el seno de la Iglesia, y lo que no vemos quizás sea más grave aún.
Pero a no temer porque hay promesa fiel de Jesús que las puertas del
Infierno no prevalecerán contra la Iglesia. El triunfo será de Dios que,
por medio de María Santísima, aplastará la cabeza de la serpiente
maldita y vendrá al mundo el Reino que pedimos en el Padrenuestro. Pero
para ello tendremos que pasar por la Gran Tribulación que ya ha
comenzado y cuyo epílogo no está quizás lejano.
Nunca como en estos tiempos se hace tan necesario vigilar y orar, pues
el demonio, como león rugiente, anda en torno nuestro buscando a quién
devorar.
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