Dios es bueno y nos ama
Perdón.
Si Dios Padre ha enviado a su Hijo Único a la cruz para perdonarnos y
así salvarnos, no podemos ahora dudar de su amor y su perdón hacia
nosotros, puesto que Dios es Dios y no cambia.
Dios, cuando más demuestra su divinidad, es justamente en el perdón de los pecados, pues sólo Él puede perdonarlos.
Entonces si cometemos un pecado, no estemos lamentándonos y
entristeciéndonos, sino arrojemos todas nuestras miserias al horno
ardiente de la Misericordia de Dios, para obtener el Perdón y vivir
felices, sabiendo que Dios destruye el pecado cuando le pedimos perdón
con arrepentimiento.
¡Qué bueno que es Dios! Pero el demonio, envidioso de nosotros y con
odio a Dios, nos pone en la mente la idea de que Dios es malo y
castigador, siendo que Dios sólo castiga cuando se ve obligado a ello, y
que siempre sus castigos no son por maldad sino movidos por bondad y
amor, y para el bien de la criatura, pues es mejor ser reprendidos en
este mundo, que serlo para siempre en el Infierno.
Es lógico que cuando pecamos, enseguida venga el demonio y nos diga:
“¡Mira lo que hiciste!”, “¡Siempre igual, no cambias nunca, eres un
desagradecido!”, etc., todas ideas que tratarán de llevarnos al
desaliento y a la desconfianza en el amor de Dios y en su perdón.
No le demos el gusto al diablo y en lugar de lamentarnos, arrojémonos a
los brazos de Dios con un acto de sincero amor, como el niño que confía
en que su padre es bueno y no lo castigará por sus travesuras que ha
cometido y de las cuales está arrepentido sinceramente.
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