María Madre Misericordiosa
Besa nuestras llagas.
¡Qué ganas habrá tenido la Santísima Virgen, en el camino al Calvario y
durante la crucifixión de su Hijo, de besarle las llagas, de medicarle
las innumerables lastimaduras! Pero no pudo hacerlo, sino que recién
pudo besar esas benditas llagas de Jesús, cuando lo tuvo muerto en su
regazo.
Pero esas ganas de la Virgen de besar las llagas de su Hijo, se han
acrecentado y ahora es María la que quiere besar las llagas de sus hijos
adoptivos, nosotros, que somos lastimados por tantas cosas, no tanto
materiales, como espirituales y morales. ¡Cuántas llagas tenemos los
hombres, y María nos quiere besar en ellas, como una madre hace con las
lastimaduras de su hijito, poniendo su beso de amor que aplaca el dolor!
A la Virgen le ha quedado una sed inextinguible de calmar dolores, y lo
que no pudo hacer con su Hijo torturado, lo hace ahora con sus hijitos
adoptivos, nosotros los hombres, en especial aquellos que más estamos
sufriendo.
Dejémonos besar por la Virgen. Dejemos que medique nuestras heridas de
todo tipo, ya sea con su beso maternal y amoroso, o con su caricia, o
quizás también con algún remedio que, aunque nos haga arder o doler,
sabemos que viene de la mano de una Madre, del amor de la mejor Madre,
que nos ama casi infinitamente y sólo un poco menos de lo que nos ama
Dios.
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