Formación católica
No juzgar.
El
Señor nos ha mandado en el Evangelio a que no juzguemos a nadie, puesto
que no sabemos por qué, determinada persona, actúa de una forma o de
otra, ya que el corazón lo conoce sólo Dios.
¡Cuántos
que parecían tan santos en la tierra, ahora están ardiendo en el
Infierno! ¡Y cuántos otros que fueron tratados como pecadores, ahora
gozan del Paraíso!
Éste es un secreto que el Señor nos quiso revelar: “No juzguéis para no ser juzgados”.
Tenemos que saber aprovechar este secreto, que si bien no es secreto, no lo aprovechamos puesto que no lo cumplimos.
Pensemos
un poco. Si no juzgamos al prójimo, entonces Dios no nos juzgará
tampoco a nosotros. ¿Hay algo más consolador que esta verdad, nosotros
que le tememos tanto al juicio particular y al Juicio Final?
Nosotros
mirémonos a nosotros mismos y con nosotros seamos jueces severos. Pero
para los demás tengamos toda la indulgencia y hagamos la “vista gorda”,
miremos para otro lado, compadezcamos, sabiendo que si nosotros no
caemos en esos pecados o maldades, es simplemente porque Dios nos
sostiene, que si nos dejara de su mano, caeríamos en pecados peores que
esos.
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