Mensaje sobre la oración
Lo más importante: la oración.
Hablo
así, porque veo, por una parte, la absoluta necesidad que tenemos de la
oración, tan inculcada en las sagradas Escrituras y por todos los
Santos Padres; y por otra, el poco cuidado que los cristianos tienen en
practicar este gran medio de salvación. Y lo que me aflige todavía más
es ver que los predicadores y confesores poco hablan de esto a sus
auditorios y a sus penitentes; y que los libros piadosos que andan hoy
en manos de los fieles no hablan abundantemente de este tema, pese a que
todos los predicadores, confesores y todos los libros no deberían
insistir en otra cosa con la mayor premura y calor que ésta de la
oración. Por cierto que ellos inculcan tantos buenos medios para el alma
de conservarse en gracia de Dios, la huida de las ocasiones, la
frecuencia de los sacramentos, la resistencia a las tentaciones, el oír
la palabra de Dios, el meditar las Máximas Eternas y muchos otros más.
¿Quién niega que sean todos ellos utilísimos para ese fin? Pero, digo
yo, ¿de qué sirven las prédicas, las meditaciones y todos los otros
medios que dan los maestros de la vida espiritual sin la oración, cuando
el Señor ha dicho que no quiere conceder sus gracias sino al que reza?
Petite et accipietis – Pedid y recibiréis.
“El gran medio de la oración” - San Alfonso María de Ligorio.
Comentario:
La
oración alimenta el alma, alimenta el espíritu y provee lo necesario
también para el cuerpo, porque Dios, que cuida hasta de los pajarillos,
no puede menos que atendernos cuando le pedimos en la oración que nos
socorra, no sólo en lo espiritual, sino también en lo temporal y
material.
Si
no tenemos fortuna espiritual o material, es porque no rezamos, o
rezamos mal, porque si rezáramos, Dios nos concedería lo necesario para
vivir, si no ricamente, al menos sí con decoro y sin que nos falte lo
imprescindible, y hasta tendremos de sobra para socorrer a los
necesitados.
Hagamos
la prueba y dejemos de lado los pasatiempos inútiles y comencemos a
rezar el Rosario todos los días. Y cada día, si podemos, recemos más, ya
sea algún Rosario más, o la Coronilla de la Divina Misericordia, o la
oración que más nos guste y más nos mueva. O ¿por qué no?, si queremos
hablar con Dios o con la Virgen, como con nuestros mejores Amigos,
también eso es oración, ¡y qué admirables frutos encontraremos al
practicar esta oración de trato amistoso con el Señor y su Madre!
A
rezar se aprende rezando. Aquí sucede como en la vida cristiana. Cristo
no nos dice de antemano lo que nos va a pasar ni lo que vamos a
encontrar en el camino. Como dijo a los primeros discípulos que le
preguntaron dónde vía, Él les respondió: “Vengan y lo verán”.
Es
necesario que empecemos a rezar, y así iremos aprendiendo a rezar cada
vez más, y luego después iremos descubriendo en la oración la felicidad y
todos los bienes nos vendrán por medio de ella.
Pero
para eso tenemos que empezar, y perseverar, perseverar, perseverar.
Porque quien pide, recibe; a quien llama, se le abre, y quien busca,
encuentra. Es promesa del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario