Quince minutos con María
De tu mano.
María, Madre mía, estoy contento de caminar tomado de tu mano, porque
así todo se me hace más fácil y voy seguro por el camino de mi vida en
la tierra, sabiendo que tú siempre estás a mi lado y que no me sueltas
de la mano, aunque a veces me sienta como abandonado por ti. Solo es
como un juego de tu amor que quiere que te busque para, al encontrarte
nuevamente, te abrace y me una más a ti. A veces tengo miedo, Madre,
porque no sé qué me espera en el futuro. Pero después pienso que tú
también estarás en ese futuro y que me consolarás si debo pasar por
alguna enfermedad o prueba, y sé que tu mano cariñosa y dulce enjugará
mi llanto o aliviará mi dolor. ¡Qué suerte Madre que te tengo conmigo!
Jesús también te tuvo al pie de su Cruz y se consoló viéndote y
teniéndote cercana. Yo, con mayor razón, puedo esperar que tú estarás
siempre conmigo, y especialmente en el momento de la prueba y de la
angustia. Te amo, Madre querida.
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