martes, 13 de noviembre de 2012

Gracias, mi Señor...


Gracias Dios mío

Gracias Dios mío por estar en todas partes;
por la vida, por los alimentos del cuerpo y del alma,
por las emociones y sentimientos que matizan nuestras vidas.

Gracias por la fortaleza y el ingenio que nos ayuda
a soportar las dificultades e ilumina nuestra inteligencia
y hace que encontremos la solución a nuestros pesares.

Gracias por el Universo que nos rodea, que día a día
y desde el principio de nuestra existencia, engrandece
nuestras almas, enriquece  nuestros conocimientos,
y hace que tomemos conciencia de lo insignificante
que somos frente a lo majestuoso de tu creación;
sabiendo que  estamos hechos tan sólo, de pequeñas
partículas y que en el misterio de tu creación también
nos regalaste los sentidos que nos engrandece
al absorber toda su inmensidad en nuestro ser,
haciéndonos conocer que estamos contenidos
en un pequeño habitad, en medio de lo grandioso
del espacio en el que vamos viajando por el infinito
junto a él,  protegidos por Ti mi Señor.

Gracias por la sabiduría y amor que guardas en nosotros,
que se expresa en nuestros corazones y orienta nuestro
carácter inspirados en la justicia y solidaridad.

Te pido Mi Señor, recibas  nuestra fe que ilumina
y nos guía hacia Ti; fortalécela con tú presencia
para poder comprender a plenitud el regalo de la vida.

Te pido Mi Señor, nos quites el velo de la ignorancia,
que oscurece la razón y nos impide ver el destino
que nos tienes.

Te pido Mi Señor, que nos ayudes a disipar la ira
y el odio, que nos hacen brotar palabras que dañan
el alma de quienes nos rodean.

Te pido Mi Señor, nos ayudes a comprender en toda
su dimensión, que los fracasos, son tan solo el inicio
de nuestros éxitos, que es el modulador de nuestro carácter,
que construye nuestra paciencia, para encontrar el camino
que nos llevará al destino que nos engrandecerá a través
de los tiempos junto a ti.

Te pido mi Señor, guíes nuestros pensamientos, construyas
nuestras palabras y orientes nuestras intenciones, para criar
bien a nuestros descendientes y, o, a, cualquier ser que Tú,
Mi Señor, nos designes su cuidado y futuro; danos la palabra
justa para  cultivar en ellos, la verdadera razón de ser
de nuestra existencia.

Danos la luz para poder  trasmitir la verdad y ser
conscientes de que tan sólo somos, un segmento de la vida
de toda la eternidad y que estamos destinados a poblar
el Universo, llevando con nosotros todas las especies
y seres vivos, comprendiendo también que en ellos
y en todas partes estás Tú, Mi Señor, y así sentir
la grandeza de tu Amor, en la libertad que nos regalas,
para gozar de tu creación  hasta llegar a Ti, como fue
desde el inicio de los tiempos.

Quedo siempre a la espera de Ti, Mi Señor.
Amén.


Mes de la Virgen María...


DÍA SÉPTIMO (13/NOV)
La oración de la mañana
CONSIDERACIÓN. – Cada uno de nuestros días debe ser, desde su comienzo, consagrado a Dios
por la plegaria.
No basta, para cumplir este primer deber, recitar cómodamente y sin atención algunas palabras
aprendidas de memoria. La plegaria es una elevación del alma hacia Dios, es necesario que el cristiano le
hable con la confianza con que un niño se dirige a su padre, le expone sus necesidades, le confía sus
inquietudes, solicita el perdón de sus culpas, le agradece los dones que ha recibido. Cuando cada mañana
recitamos el Padrenuestro, del cual Jesús mismo nos ha dado el texto, que nuestro corazón siga las
palabras pronunciadas por nuestros labios.
Todo lo que debemos pedir al Señor, está allí maravillosamente resumido.
No terminemos nunca este piadoso ejercicio, sin pedir la protección maternal de María. ¡Con qué
fervor, con qué recogimiento se dedicaba Ella cada día a sus plegarias! ¡Qué respeto en su actitud, qué
fervor en su corazón!
¡Oh! si pudiéramos orar como Ella ¡cómo seríamos felices!
EJEMPLO. – El santo Cura de Ars, hablaba siempre con muy afectuoso reconocimiento, de los
constantes esfuerzos de su madre, para hacer de sus hijos verdaderos cristianos, elevando desde su niñez,
su corazón y espíritu hacia Dios. Apenas comenzaban a balbucear y ya ella les enseñaba a juntar las
manitas y pronunciar los nombres de Jesús y María. Los despertaba ella misma y su primera ocupación,
era hacerles recitar las oraciones de la mañana. Les demostraba cómo es necesario consagrar cada día la
primera acción a Dios, a quien debemos la vida y todo lo que poseemos.
Juan conservó el recuerdo de este ejercicio de la mañana, hasta una edad muy avanzada. Un
eclesiástico que le había oído un día hablar con emoción, sobre este punto, le dijo:
-¡Cómo sois feliz de haber sentido, desde tan joven, esa potente atracción a la plegaria!
-Después de Dios, le respondió el señor abate de Vianney, esto, fue obra de mi madre, ¡ella era tan
buena y tan piadosa!
PLEGARIA DE SAN ANASTASIO. - ¡Oh Santísima Virgen! escuchad nuestras plegarias,
distribuidnos los dones de vuestras riquezas y dadnos parte en la abundancia de vuestras gracias. El Señor
está contigo, rogad por nosotros ¡oh Madre de Dios! nuestra poderosa y augusta Soberana. Así sea.
RESOLUCIÓN. – No dejaré jamás, de hacer mi oración de la mañana.
JACULATORIA. – Madre del Salvador, rogad por nosotros