sábado, 1 de junio de 2013

La oración...

Mensaje sobre la oración 

Ayuda de Dios. 
La razón de esto es clarísima. Sin el socorro de la divina gracia no podemos hacer bien alguno: Sin mí nada podéis hacer, dice Jesucristo. Sobre estas cosas escribe acertadamente San Agustín y advierte que no dice el Señor que nada podemos terminar, sino que nada podemos hacer. Con ello nos quiso dar a entender nuestro Salvador que sin su gracia no podemos realizar el bien. Y el Apóstol parece que va más allá, pues escribe que sin la oración ni siquiera podemos tener el deseo de hacerlo. Por lo que podemos sacar esta lógica consecuencia: que si ni siquiera podemos pensar en el bien, tampoco podemos desearlo ... Y lo mismo testifican otros muchos pasajes de la Sagrada Escritura. Recordemos algunos, Dios obra todas las cosas en nosotros ... Yo haré que caminéis por la senda de mis mandamientos y guardéis mis leyes y obréis según ellas. De aquí concluye San León Papa que nosotros no podemos hacer más obras buenas que aquellas que Dios nos ayuda a hacer con su gracia.
Así lo declaró solemnemente el Concilio de Trento: Si alguno dijere que el hombre sin la previniente inspiración del Espíritu Santo y sin su ayuda puede creer, esperar, amar y arrepentirse como es debido para que se le confiera la gracia de la justificación, sea anatema.
“El gran medio de la oración” - San Alfonso María de Ligorio. 
Comentario: 
Por eso si tenemos la gracia de estar en la verdadera fe, y si hacemos buenas obras, no es por mérito nuestro, sino que es gracias a la ayuda de Dios, pues sin su ayuda divina no podríamos hacer absolutamente nada.
Y la ayuda de Dios se obtiene por medio de la oración. Siendo las cosas así, no parece sensato descuidar la oración ni un solo día, porque nos ponemos en peligro de “cerrar la canilla” por donde nos vienen las gracias del Cielo, y así nos vamos enfriando y terminamos esclavos del pecado, y por ende del demonio.
Hay que rezar cueste lo que cueste, haciéndonos el tiempo suficiente. Porque los Santos fueron santos porque dedicaban la mayor parte del tiempo a la oración, y por eso recibían tantos auxilios divinos que les hacían realizar obras maravillosas, imposibles para las solas fuerzas humanas.
Si dejamos la oración, pasará como con esas frutas que parecen que se dejan pasar en la planta, y parecen que están maduras, pero al tocarlas, caen podridas al suelo. Así también sucede con las almas que dejan la oración. Podrá parecer a simple vista que todo marcha bien, pero pronto terminarán en el estercolero, es decir, en el pecado, y más allá de la vida, en el abismo infernal.

No dejemos la oración. Si la hemos dejado, recomencémosla, al menos con las tres avemarías cada día, luego un misterio del Rosario y después los cinco misterios. Si ya rezamos bastante, recemos más y con más fervor, porque TODO depende de la oración, es decir, Dios ha hecho depender TODO de la oración de sus hijos, y en especial de su Madre Santísima, a la cual nos debemos unir cada vez que rezamos, para que nuestra oración tenga eficacia y obtenga lo que necesitamos.