jueves, 22 de noviembre de 2012

Creer...


Un credo para vivir

No te subestimes comparándote
con los demás; todos somos diferentes
y cada uno es especial.

No establezcas tus objetivos de acuerdo
con lo que otros consideran importante.
Sólo tú sabes qué es lo mejor para tí.
No des por sentado aquello más cercano
a tu corazón. Aférrate a eso como a la vida,
ya que sin eso la vida carece de sentido.

No dejes que esa vida se te escape
de las manos por vivir en el pasado
o por pensar en el futuro.
Si vives tu vida de a un día por vez,
vivirás todos y cada uno de los días
de tu vida.

No te des por vencido cuando todavía
tienes algo para dar. Nada está realmente
terminado sino hasta el momento
en que dejas de intentarlo.
No temas reconocer que no eres perfecto;
ese es el frágil lazo que nos une a los demás.

No temas enfrentar riesgos.
Es precisamente asumiendo riesgos
que aprendemos a ser valientes.

No dejes el amor fuera de tu vida
y no digas que es imposible de encontrar.
La forma más eficaz de recibir amor
es dar amor; la forma más rápida
de perder el amor es sofocarlo y aferrarse
a él; la mejor manera de conservar el amor
es darle alas.

No pierdas tus sueños.
Quedarse sin sueños es quedarse
sin esperanzas; vivir sin esperanzas
es vivir sin un propósito en la vida.

No corras por la vida hasta terminar
olvidando no sólo dónde has estado,
sino también adónde vas.
 
La vida no es una carrera sino un viaje
que debe ser disfrutado a cada paso.

Nancye Sims


Mes e la Virgen María...


DÍA DIECISÉIS (22/NOV)
Relaciones con el prójimo
CONSIDERACIÓN. – María vivió llena de benevolencia para todos. Sus oídos, dice uno de sus
historiadores, estaban sin cesar abiertos para oír el bien, pero su boca cerrada, salvo para alabar a Dios o
para utilidad del prójimo.
¿No es esta consideración, una condenación notable de nuestra conducta, cuando revelamos sin
necesidad las faltas o defectos del prójimo, o que lo acusamos de algo que no ha cometido?
Si un alma recta y verdadera, retrocede, espantada, ante la calumnia, no es así, desgraciadamente, de
la maledicencia. No nos dominamos tampoco, nosotros mismos, que nos dejamos arrastrar muy
fácilmente a hablar con ligereza del prójimo.
Si hemos sido contrariados en nuestros intentos o heridos en nuestro amor propio, por alguien, no
nos venguemos tan pronto, con palabras picantes.
No le robaríamos una moneda y sin escrúpulos, trabajamos en robarle aquello que estima más que la
plata o el oro: la estimación de sus semejantes.
EJEMPLO. – En el fondo del desierto de Tebaida, un joven anacoreta cayó enfermo. A pesar de sus
sufrimientos, una dulce serenidad brillaba en su semblante.
-Hermano, pareces bien feliz, le dijo el superior.
-Lo soy, en efecto, dijo el enfermo.
-¿Me permites una reflexión?
-¡Oh! ¡padre mío, hablad!
-Muchas veces, en la muerte, el demonio se esconde bajo la cara de un ángel de luz y cubre de flores
el pasaje a la eternidad; dime cuál es la razón de esa calma perfecta, de esa alegría que brilla en tus ojos,
de esa felicidad inexplicable que te arrebata.
Nosotros estamos angustiados y temblamos.
-Padre mío, yo era muy joven, cuando leí en el Evangelio estas palabras sagradas: “No juzguéis y no
seréis juzgados”. Las he meditado; nunca he juzgado, he aquí, por qué yo espero en la misericordia de mi
Dios.
Expiró pronunciando estas palabras.
San Agustín, imitador de las virtudes de su digna madre que no sufría que se atacara al prójimo en
su presencia, había hecho escribir en gruesas letras en la sala donde tomaba sus alimentos, esta sentencia:
“Si alguno gusta hablar mal de ausentes, que sepa que esta mesa le está prohibida”.
Un día, uno de sus amigos comenzó a hablar de los defectos del prójimo; él lo reprendió en seguida
diciendo: “Borrad esas inscripción o levantaos de la mesa”.
PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh María! no rehuséis vuestro socorro a los desgraciados;
levantad el coraje de los débiles y consolad a aquellos que están afligidos; rogad por nosotros, a fin de
que todos los que han recurrido a Vos en sus necesidades, sientan los efectos de vuestra protección
todopoderosa. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Seré afable en mis relaciones con el prójimo y no hablaré mal de nadie.
JACULATORIA. – María, Refugio de los pecadores, rogad por nosotros