lunes, 4 de agosto de 2014

Volver a empezar...

Vuelve a empezar   

Después de la confesión.
Después de la confesión sacramental con un sacerdote, debe comenzar para nosotros un nuevo tiempo, pues si efectivamente hemos realizado una buena, sincera y completa confesión de nuestros pecados, Dios ha borrado todo y nos está dando una nueva oportunidad para que empecemos de nuevo, como si recién saliéramos de la fuente bautismal.
Debemos aprovechar que tenemos el Sacramento de la Confesión, porque cada vez que nos vamos a confesar, saldremos renovados y con nuevos ímpetus para seguir por el camino de la vida, tratando de llegar a ser santos.
Pero suele pasar que, después de haber confesado nuestros pecados, Dios los destruye y los olvida, pero nosotros nos quedamos anclados en ellos, y hasta hay veces que nos parece que no hemos sido perdonados. Éstas son astucias del Maligno que no quiere que quedemos completamente libres, sino siempre atados al mal que hemos hecho. Pero Dios, en cada confesión, nos desata de la carga y nos libera.
Vayamos entonces cada mes a confesarnos, aunque no tengamos, por gracia de Dios, pecados graves, igual vayamos a confesar los pecados leves, para recibir sobre nuestra alma la lluvia de la Sangre redentora de Cristo, que tiene el poder de engendrar mártires.

Después de cada confesión, volvamos a empezar.

Prueba de vida...

Pruebas de la vida

No cantemos victoria.

Hasta que no estemos en el Cielo, no podemos cantar victoria, porque la vida tiene muchas pruebas y no sabemos si mañana estaremos con el mismo ánimo de hoy, y si no habremos perdido la Gracia santificante. Tampoco sabemos cómo será nuestra salud, porque hoy quizás estamos sanos, pero luego podemos caer enfermos; o bien estar ahora enfermos, y recuperar luego la salud.
Como no sabemos todavía las pruebas por las que, quizás, todavía deberemos pasar, no cantemos victoria, y como bien dice el Apóstol: “Quien está seguro, cuide de no caer”.
El hombre es tan mudable como las veletas, y lo que hoy nos parece imposible hacer, por ejemplo traicionar a Dios, quizás lo lleguemos hacer con el tiempo.
Por eso siempre hay que ser humildes y pedir constantemente a Dios en la oración que nos cuide y no nos deje caer de su mano, ni permita en nosotros y nuestra vida una prueba muy grande, porque conocemos, quizás por experiencia propia, lo frágiles que somos.
Siempre debemos ser prudentes y estar convencidos de que mientras hay vida, hay peligro, pues la misma vida es peligro. Y hasta que no estemos ya en el Cielo, siempre está la posibilidad de fallar. Han caído miserable y lastimosamente almas mucho más santas y sabias que nosotros, ¿por qué no podemos caer también nosotros?