miércoles, 27 de julio de 2016

Vivir católico...

Vivir católico

Preparación para la muerte
Toda la vida de un católico debe ser una preparación para la muerte, porque en el momento de la muerte es cuando se decide su destino eterno: Cielo o Infierno. Cielo, si se encuentra en gracia de Dios; Infierno, si está en estado de pecado mortal. Pero ¿quién piensa hoy en esto? Se vive para “pasarla bien”, despreocupados y tratando de divertirse de todas las formas posibles, caminando inconscientes hacia el fin de la vida, como si la muerte no fuera a llegarnos nunca. Pero si hay algo seguro en este mundo, es que un día tendremos que morir, y otra cosa también muy segura es que no sabemos el día ni la hora en que moriremos. ¿Podemos ser tan inconscientes y vivir sin pensar en esto que es tan importante?
La experiencia nos dice que para muchos hombres es así, viven de cualquier manera y llegan a la muerte sin estar preparados. ¿Y dónde terminan? Mejor ni imaginarlo. ¡Pobrecitos! Fueron engañados miserablemente por Satanás, que les escondió estas verdades y así desaprovecharon este tiempo de vida sobre la tierra, que es tiempo de prueba y que hay que emplearlo bien para bien morir.
El mundo de hoy no quiere ni oír hablar de la muerte y lo toma como algo terriblemente trágico, pero los santos no pensaban así, porque muchos de ellos no veían la hora de partir de este mundo para arrojarse en los brazos de Dios, a quien amaban con toda el alma.
Es lógico que si el hombre de hoy vive a espaldas de Dios, tenga miedo a la muerte, que presiente como algo tremendo, y seguramente lo será, pues si muere en pecado mortal empezará un tiempo de tormentos sin fin.
¡Qué locura es vivir sin pensar en esto y sin prepararnos concienzudamente a la muerte! La preparación debe ser remota y próxima. Preparación remota es cuando vivimos habitualmente en gracia de Dios y estamos siempre listos para partir hacia la eternidad. Preparación próxima es cuando nos preparamos a morir con los últimos sacramentos y las últimas recomendaciones del alma.
Seamos muy devotos de San José, patrono de la buena muerte, y pidámosle morir como él, entre Jesús y María.
Piensa en tus postrimerías, dice la Biblia, y no pecarás. Y es que si pensáramos más frecuentemente en la muerte, paradójicamente viviríamos mejor y aprovecharíamos muy bien nuestra vida.
Cada noche que nos acostemos para descansar, pensemos que tal vez no despertemos al día siguiente. Por eso dice el dicho: “Pecador, no te acuestes nunca en pecado, no sea que despiertes ya condenado”. Hagamos una sincera confesión con un sacerdote cada vez que tengamos la desgracia de haber cometido un pecado grave o mortal, porque es nuestro destino eterno el que estamos poniendo en juego. No es una tontería. Nos jugamos mucho, nos jugamos todo.