miércoles, 25 de mayo de 2016

Oración...

Poder de la oración.

No dejemos que nuestra vida espiritual se debilite, sino recemos todos los días, porque de la oración depende no sólo nuestra vida espiritual sino también nuestra vida material, y las vidas de quienes amamos.
Dios quiere ayudarnos, pero ha puesto una condición para hacerlo, y es que le pidamos ayuda por medio de la oración.
Si no rezamos, entonces pronto estaremos perdidos, en el tiempo y en la eternidad, pues si no recibimos lo que pedimos en la oración, al menos algo recibimos, y además obtenemos la paz del alma, que nos hace tanta falta para sobrellevar las pruebas y reveses de la vida.
La oración nunca vuelve a nosotros vacía, sino que si la hacemos con humildad, entonces el Señor vuelca sobre nosotros y sobre quienes amamos, un mar de consuelos y gracias, que son las que nos hacen falta.
Lo que sucede a veces es que nos alelamos por el gran sufrimiento o las desgracias, y dejamos la oración, siendo que es en los momentos más difíciles cuando no hay que dejar la oración.
Jesús nos mostró en el Huerto de los Olivos, que cuando mayor es la tentación y la angustia, tanto más hay que rezar.
Así que no nos desanimemos, porque Dios quiere que seamos constantes y premiará nuestra buena voluntad y perseverancia en la oración.
Todo se puede conseguir con la oración. En cambio sin oración no se obtiene nada.
Habrá veces en las que estemos muy dolidos o desanimados, y ni siquiera podremos articular palabras para rezar. Pues bien, en estos casos recemos con el corazón, con suspiros y mentalmente, y entonces el Señor escuchará nuestros ruegos.
Si dejamos la oración estamos perdidos, porque la vida tiene muchas pruebas, y es necesario que estemos bien apertrechados para superarlas, y eso lo logrará quien se apegue frecuentemente a la oración.