martes, 13 de mayo de 2014

Vivir bien...

Secretos para bien vivir
Vivir el presente.
Parece una obviedad pero hay que saber vivir el presente, es decir, no estar atados al pasado ni obsesionados por el futuro. Y si bien esto es fácil de decir, no son muchos los que lo llevan bien a la práctica. ¡Y pensar que de ello depende la felicidad en esta vida y la paz del alma! Pues efectivamente el pasado no podemos ya modificarlo, y mientras perdemos tiempo, energía y ánimo en considerar las cosas pasadas, especialmente las que hemos hecho mal, se nos escapa de las manos el presente, que es el instante que Dios nos regala para que seamos santos y lo aprovechemos para reparar todo el mal que hayamos podido hacer en el pasado. Y pensar en lo que nos depara el futuro, es inútil porque quizás ese futuro, ese mañana, no llegue nunca a nosotros, pues ¿quién nos asegura que mañana despertaremos?
Entonces aprendamos a vivir día por día, momento por momento, anclándonos en el presente y estando contentos en él. Digo “contentos” y no “felices”, porque la felicidad no depende de nosotros, en cambio el estar contentos sí depende de nosotros, ya que “contento” quiere decir “estar contenido”, o sea, saber contentarse con lo poco o mucho que tenemos y en la situación que estamos, sabiendo que Dios todo lo que nos manda es por amor hacia nosotros, incluso cuando parecen cosas malas y que nos hacen daño. El verdadero y único daño que debemos temer seriamente es el infierno, con su “pena de daño”, y eso sí es temible en extremo. Pero mientras estemos en este cuerpo mortal debemos dar gracias a Dios, de que todavía tenemos esperanza de Cielo y, con nuestros sufrimientos vamos descontando del tiempo de purificaciones ultraterrenas en el Purgatorio, que son muchísimo más terribles que los mayores sufrimientos en este mundo.

Pruebas de vida...

Pruebas de la vida
No cantemos victoria.
Hasta que no estemos en el Cielo, no podemos cantar victoria, porque la vida tiene muchas pruebas y no sabemos si mañana estaremos con el mismo ánimo de hoy, y si no habremos perdido la Gracia santificante. Tampoco sabemos cómo será nuestra salud, porque hoy quizás estamos sanos, pero luego podemos caer enfermos; o bien estar ahora enfermos, y recuperar luego la salud.
Como no sabemos todavía las pruebas por las que, quizás, todavía deberemos pasar, no cantemos victoria, y como bien dice el Apóstol: “Quien está seguro, cuide de no caer”.
El hombre es tan mudable como las veletas, y lo que hoy nos parece imposible hacer, por ejemplo traicionar a Dios, quizás lo lleguemos hacer con el tiempo.
Por eso siempre hay que ser humildes y pedir constantemente a Dios en la oración que nos cuide y no nos deje caer de su mano, ni permita en nosotros y nuestra vida una prueba muy grande, porque conocemos, quizás por experiencia propia, lo frágiles que somos.
Siempre debemos ser prudentes y estar convencidos de que mientras hay vida, hay peligro, pues la misma vida es peligro. Y hasta que no estemos ya en el Cielo, siempre está la posibilidad de fallar. Han caído miserable y lastimosamente almas mucho más santas y sabias que nosotros, ¿por qué no podemos caer también nosotros?