martes, 29 de diciembre de 2015

El tiempo...

El tiempo es gloria.


Estamos a punto de comenzar un nuevo año civil, que será un tiempo que la Misericordia de Dios nos regalará, y del que también Dios nos pedirá cuenta de cómo lo habremos empleado.
Dios, cuando da un don, también exige frutos. Y cuanto mayor es el don, tanto más frutos espera. Así que este tiempo que se nos concederá, debemos aprovecharlo para dar buenos frutos.
No sabemos si este año que comenzaremos será el último de nuestra vida en la tierra, porque no somos inmortales, sino que, aunque no nos guste tal vez pensarlo, la muerte llegará también a nosotros un día, quizás un día de este próximo año. De modo que debemos aprovechar cada día para hacer el bien, para atesorar en el Cielo, haciendo obras de misericordia, y buscando nuestra santificación personal y la santificación de los que nos rodean, que sólo tenemos esta vida para hacerlo.
Hagamos de cuenta que hoy el Señor nos dice que tenemos que partir hacia la eternidad. ¡Cuántas cosas nos habrán quedado por hacer! ¡Cuántas cosas querríamos haber hecho, pero ya no hay tiempo! Esta es una suposición, pero ya que estamos vivos todavía y que el Señor, misericordiosa y justamente, nos esconde la hora de nuestra muerte, aprovechemos el tiempo para hacer el bien y no dejar para mañana lo que podemos hacer de bueno hoy mismo.
Los malos toman coraje porque los buenos están como dormidos. Pero si los cristianos volvemos a las fuentes y al primitivo fervor, volvemos al Evangelio y a ver la vida según la fe, según Dios, entonces las cosas pueden cambiar para mejor.
Es necesario armarnos de coraje, sabiendo que si confiamos en Dios y en la Virgen, Ellos no nos dejarán solos, sino que, de ser necesario, incluso enviarán legiones de ángeles para protegernos y cuidar a los que amamos.
Es el caso de siempre: nuestra fe es débil, y por eso no obtenemos mucho de Dios, porque creemos débilmente, confiamos muy poco en Dios y en su Madre, y entonces es lógico que tengamos miedo.
Pero si tuviéramos más fe en Dios, que es todopoderoso, y en María que es la Omnipotencia suplicante, no tendríamos miedo a nada, porque nada nos podría separar del amor de Ellos.
Pensemos que en esta vida estamos de paso y el tiempo es gloria, porque cada segundo en este mundo nos permite, si lo empleamos bien, en ganar gloria celestial, e incluso también nos obtiene bienes de este mundo, cuando ello no es obstáculo a nuestra salvación.
Aprovechemos ya desde hoy, desde ahora mismo, a hacer todas las cosas con amor, a Dios y al prójimo, pues de eso se trata el dar frutos.