miércoles, 24 de enero de 2018

Robert Palmer - Johnny and Mary

Esfuerzos...

¿Menor esfuerzo?

A veces buscamos hacer el menor esfuerzo en nuestra vida en las cosas de todos los días. Pero cuenta una historia de un ermitaño que tenía su celda a unas leguas de la capilla y penosamente debía ir todas las semanas caminando desde tan lejos a la capilla. Entonces decidió construirse su ermita más cerca de la capilla. Mientras iba caminando desde tan lejos y pensando en esta idea suya, escuchaba que una voz contaba sus pasos. Preguntó a la voz quién era, y la voz respondió que era un ángel de Dios que contaba los pasos que cada día hacía él para llegar desde la ermita hasta la capilla, para premiárselos en el Cielo. Entonces el ermitaño comprendió y decidió construirse su ermita mucho más lejos de la capilla.
A nosotros también a veces nos parece que nuestros esfuerzos son inútiles, que nadie ve todo el empeño que ponemos en hacer cosas que quizás nadie nota ni agradece. Pero el Cielo ve cada paso nuestro, cada trabajo, cada suspiro, lágrima y gota de sudor que tenemos por hacer el bien, por ser serviciales, por agradar a Dios y socorrer a los hombres, para premiárnoslo en el Cielo. Pero ya muchas veces somos premiados también aquí en la tierra, y luego en el más allá será el gran, desmesurado premio por nuestro esfuerzo.
Así que perseveremos con constancia en hacer el bien, aunque nos cueste un gran esfuerzo, porque el premio es para siempre, y Dios no deja que ni una lágrima nuestra, ni un suspiro de cansancio sea en balde, sino que lleva cuenta de cada uno de ellos para darnos un premio que ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre la gran felicidad que Dios tiene preparada para quienes le sirven y ayudan a sus hermanos.
Para un cristiano la ley del menor esfuerzo no siempre es la más beneficiosa, puesto que Dios premia el esfuerzo, como veíamos en la historia del ermitaño.