viernes, 14 de julio de 2017

Roberto Goyeneche - María

Sacrificios...

Pequeños sacrificios.

Basados en las palabras de Jesús que nos ha dicho en su Evangelio que quien sea fiel en lo pequeño, también será fiel en lo grande; tenemos que acostumbrarnos a realizar pequeños sacrificios, pequeñas renuncias y vencimientos, para estar preparados por si alguna vez tenemos que hacer grandes renuncias o sacrificios, e incluso por si nos tocara el mismo martirio.
Este camino de los pequeños sacrificios lo recorrió Santa Teresita, y nos lo enseña a nosotros.
Consiste en hacer pequeñas cosas por amor, para vencernos y con espíritu de caridad.
Por ejemplo tenemos sed y nos servimos un vaso de agua, pero esperamos cinco minutos para beberla.
Nos llega una carta o un email, y esperamos una hora para leerlo.
La tecnología actual nos permite también ejercitarnos en el autodominio y así podemos evitar la curiosidad, y si conviene de vez en cuando pasar delante de una vidriera y no mirar, también podemos hacer otro tanto en Facebook, quizás postergando el ingreso por un par de horas.
Son cosas simples, como privarse de un bocado más de comida, o del postre, sabiendo que con esa renuncia un hermano nuestro recibirá alimento en alguna parte, porque todo está relacionado en la economía de la salvación, y lo que nos privamos de hacer por amor, otro hermano se beneficia de ello.
Por ejemplo si pasamos frente a un escaparate que nos llama la atención y, por amor hacemos el pequeño sacrificio de pasar de largo sin detenernos a mirar, entonces quizás alguna persona en alguna parte evite una mirada de codicia, mirada que le puede llevar a hacerse ladrón y luego asesino.
Los pequeños sacrificios nos ayudan a ir adquiriendo las virtudes y el dominio personal, y como no son grandes cosas, no nos puede venir de ellos ninguna soberbia, puesto que son cosas pequeñas y el diablo no puede tentarnos con el orgullo.
En lugar de estar recostados en el sillón favorito, sentémonos en una silla común, al menos por un rato. Y así tenemos miles de oportunidades de ir haciendo estas pequeñas y fructíferas renuncias durante el día, recordando que no queda todo en el acto mismo, sino que tiene repercusiones en todo el cuerpo místico, en toda la humanidad, porque el bien que hacemos es como una piedra arrojada al lago, que produce ondas concéntricas que van cada vez más lejos, y ni siquiera sabemos hasta dónde llegaremos con la influencia de esa buena obra o pequeña renuncia.
Es un juego del amor, porque con esas nimiedades le demostramos al Señor que lo amamos, y que amamos a los hombres. Y además, como realizamos estos pequeños sacrificios muchas veces en el día, esto nos ayuda a tener más presente a Dios en el transcurso del día, viviendo en su presencia, y amándolo, que de eso se trata la vida cristiana.