sábado, 14 de noviembre de 2015

Confianza...


La confianza lo es todo.

Nuestra confianza en Dios debe ser muy pero muy grande, porque si pensamos quién es Dios, qué puede Dios, no podremos menos de confiar ciegamente en Él. 
Jesús, en su Evangelio, exigía de las personas esta fe y esta confianza, para otorgarles el milagro. Y de nosotros, Dios también exige nuestra fe y confianza, para hacer cosas grandiosas en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos. 
Si confiáramos más en Dios, tendríamos todo resuelto, porque quien confía en Dios está protegido contra todo riesgo, ya que, pase lo que pase, se sabe apoyar en Dios, que todo lo puede, y para Quien no hay imposibles. 
¿Queremos ser felices? Confiemos en Dios. ¿Queremos ser muy felices? Confiemos mucho, muchísimo en Dios. ¿Queremos que Dios haga “locuras” por nosotros? Confiemos sin límites en Él. 
En la confianza en Dios está englobado todo, porque quien confía en el Señor, sabe que tiene en el Cielo un Bueno que vela por sus intereses, que lo cuida y no pierde ni un suspiro, ni una pena, ni una lágrima de su hijo querido. 
¿Y cómo hacer para crecer en la confianza en Dios? Simplemente meditando Quién es Dios y qué es lo que puede Dios. Y también el pensar y meditar que este Dios omnipotente para Quien no existen imposibles, nos ama infinitamente, y nos cuida constantemente. 
También creceremos en la confianza, si rezamos mucho, porque la fe es un don de lo alto, que Dios aumenta sobre el hijo que reza, de modo que cuando más recemos, tanta mayor fe y confianza en Dios tendremos. 
Si pensáramos en que Dios gobierna todas las cosas, y que lo que sucede es porque Él lo quiere, o al menos lo permite, porque sabe sacar bienes de los males; entonces confiaremos en su Providencia. 
Pero, además, debemos tener bien en claro que Dios es Bueno, que todo lo que ordena o permite en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos, aunque sean cosas humanamente terribles, son siempre designios de amor para nosotros, que en el tiempo o en la eternidad deberemos agradecer. Porque, en definitiva, cualquier mal que nos afecte, no será tan grave como perdernos para siempre en el Infierno. Y si Dios a veces permite males, es para evitarnos males mucho mayores y eternos. 
Entonces la confianza en Dios va de la mano del estar convencidos de que Dios es Bueno y nos ama con amor infinito, y que quiere nuestro bien, temporal y, sobre todo, nuestro bien eterno.