miércoles, 28 de noviembre de 2012

Sabiduría...


Sabiduría de vida

No te detengas en lo malo que has hecho;
camina en lo bueno que puedes hacer.
No te culpes por lo que hiciste, más bien
decídete a cambiar. No te mires con tus ojos,
contémplate con la mirada de Dios.

No pienses en lo largo que es el camino
de tu transformación, sino en cada paso
que puedes dar para ser lo que Dios
quiere que seas.
No confíes en tus propias fuerzas;
pon tu vida en manos de Dios.

No trates que otros cambien; sé tú
el responsable de tu propia vida y trata
de cambiar tú. Deja que el amor te toque
y no te defiendas de él. Sólo contempla
la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla.

Vive cada día, aprovecha el pasado para bien
y deja que el futuro llegue a su tiempo.
No sufras por lo que viene, recuerda que
"cada día tiene su propio afán". (Mt. 6, 34)

Busca a alguien con quien compartir tus luchas
hacia la libertad; una persona que te entienda,
te apoye y te acompañe en ella.
No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado
la vida, es porque sabe que tú puedes con ella.

Si algún día te sientes cansado, busca
el descanso en Dios que renovará tus fuerzas.
Si algún día te sientes demasiado responsable
de otros, recuerda que sólo Jesús es el Mesías.
Si te sientes atado a alguien, pídele a Jesús
que rompa las ataduras y que su amor vuelva
a crear lazos nuevos de amor según su Espíritu.

Si reaccionas ante toda provocación, ruega
a Dios para que te enseñe a responder en lugar
de reaccionar. Si tu felicidad y tu vida dependen
de otra persona, despréndete de ella y ámala,
sin pedirle nada a cambio. Si necesitas tener
todo bajo control, entrega el control de tu vida
a Dios y confía en su poder y en su amor por tí.

Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa
en tí como en algo precioso; eres un hijo de Dios.
Piensa que Él está más interesado que tú
en que te conviertas en esa creación que
Él pensó desde toda la eternidad.


Mes de la Virgen María...


DÍA VEINTIDÓS (28/NOV)
Reconocimiento a Dios
CONSIDERACIÓN. – Los días tristes y penosos son, sin duda, los más numerosos en la vida del
hombre; sin embargo, Dios le dispensa algunos consuelos y alegrías, en medio de sus penas.
Preguntémonos, si tenemos, por los bienes que nos da, un reconocimiento suficiente.
Vamos a Él con fervor, cuando somos desgraciados, cuando la muerte amenaza a alguien que
amamos, pero si oye nuestra súplica, ¿la acción de gracias se eleva en seguida de nuestro corazón? En una
palabra, ¿somos agradecidos?
La Santísima Virgen es aquí otra vez nuestro modelo y la Escritura santa nos ha conservado el
sublime canto del Magníficat, que nosotros todos, que somos sus hijos, debemos gustar repetir después de
Ella.
¡Oh! ¡sí! ¡que nuestra alma glorifique al Señor puesto que su misericordia hacia nosotros ha sido
grande!
¡Que la expresión de nuestra gratitud sea como el arranque de un corazón que se eleva sobre las
cosas pasajeras no mirándolas sino con los ojos de la fe!
EJEMPLO. – Se cuenta que los japoneses, cuando se les instruía con el Evangelio, de las grandezas,
hermosuras, amabilidades infinitas de Dios, sobre todo cuando se les enseñaba los grandes misterios de la
religión, todo lo que ha hecho Dios por los hombres; un Dios naciendo, sufriendo, muriendo por
salvarlos: ¡Oh! ¡qué grande es! exclamaban en sus dulces transportes, ¡es bueno y amable el Dios de los
cristianos! Cuando, en seguida, se les añadía que había un mandamiento especial de amar a Dios y
amenazas si no se le ama, se sorprendían y no podían volver de su asombro. ¡Y qué! decían ¡que! A
hombres razonables ¿un precepto de amar a Dios que nos ha amado tanto y a quien debemos todo? ¿Y no
es, acaso, la más grande felicidad amarlo y la peor desgracia no amarlo? Pero cuando llegaban a saber que
había cristianos que no sólo no amaban a Dios sino que lo ofendían y ultrajaban, exclamaban con
indignación: ¡Oh pueblo injusto, oh corazones ingratos, bárbaros! ¿Es posible que los cristianos sean
capaces de estos horrores? ¿Y en qué tierra maldita habitan esos hombres sin corazón y sin sentimientos?
Merecemos mucho estos justos reproches y un día, esos pueblos alejados de nosotros, esas naciones
extranjeras, llamadas en testimonio contra nosotros, nos acusarán y condenarán delante de Dios.
PLEGARIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO. - Haced, oh Reina del Cielo, que yo lleve
siempre en el alma el temor y el amor de vuestro dulce Hijo y que le rinda sin cesar, fervientes acciones
de gracias por los grandes beneficios que me han sido acordados, no por mis méritos sino por su bondad
infinita. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Cada noche, agradeceré a Dios los beneficios recibidos durante el día; si Él me
ha enviado alguna pena, la aceptaré con resignación.
JACULATORIA. – María, Espejo de Justicia, rogad por nosotros