miércoles, 12 de diciembre de 2012

Oración...


Oración a la Virgen de Guadalupe

¡Oh Virgen de Inmaculada,
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasión
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido
y silencioso, a Ti, que sales al encuentro de nosotros,
los pecadores, te consagramos también nuestra vida,
nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades
y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo a su Iglesia:
no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos
por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles
por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde
servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor
infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios,
y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos,
fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar
la vida que comienza con el mismo amor con el que concebiste
en tu seno la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso,
protege a nuestras familias, para que estén muy unidas,
y bendice a la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,
enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos,
Ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión
de nuestra culpas y pecados en el sacramento de la Penitencia,
que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande
a todos los santos sacramentos, que son como las huellas
que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odios,
podremos llevar a todos la verdadera alegría
y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre
y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos
de los siglos. Amén

Juan Pablo II
México, enero de 1979.


Formación católica...


Formación católica

Estamos más cerca.

Cuando llega el tiempo de adviento, muchas veces se lo toma sólo como tiempo de preparación para la Navidad, es decir para recordar y hacer presente la primera venida de Cristo, dejando de lado completamente la preparación para la segunda venida del Señor.

Y esta es una táctica del demonio, que quiere negar que Jesucristo es Dios y que nos quiere atar a este mundo como si fuera lo único.

Pero este mundo y su figura pasarán, y es bueno que tengamos siempre bien presente esta verdad, porque algunos invocan que no es bueno pensar en el fin de los tiempos o en el fin del mundo, alegando que nadie sabe ni el día ni la hora y que sólo Dios Padre lo sabe.

Esto está bien en cuanto a que no hay que aventurar fechas ni tiempos, pero que estamos más cerca del fin que los primeros cristianos, de eso no cabe la menor duda.

También se nos dice que debemos atender más al fin de nuestra propia vida, que es la muerte, que al fin del mundo.

En realidad no tiene por qué haber dialéctica, sino que debemos atender a todas las cosas a la vez: al tiempo de adviento como preparación a la primera y segunda venida de Cristo, y al fin del mundo considerando nuestra muerte, pero también la muerte del mundo.

Lejos de nosotros, por supuesto, poner fechas y vaticinar el futuro, pero es bueno que meditemos en las postrimerías de nuestra vida y del mundo, ya que quien medita en ellas, nunca pecará.