lunes, 1 de octubre de 2018

Palabra...

Mensaje espiritual

La Palabra de Dios.
Cuando el demonio le propuso a Cristo que convirtiera las piedras en panes, Jesús le contestó que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aquí tenemos una gran verdad que pocas veces meditamos.
La Palabra de Dios es viva y operante. Nos da vida y, a quien la rechaza, le trae la muerte.
Encontramos esta Palabra especialmente en las Sagradas Escrituras, preferentemente en el Evangelio, donde habló la misma Palabra hecha carne, Jesucristo, Verbo eterno de Dios. Y también en la Tradición de la Iglesia y en lo que enseña el Papa y los Obispos en unión al Papa.
No dejemos de meditar todos los días esta Palabra, porque tiene riquezas inconmensurables que se van descubriendo solo con la reflexión y meditación.
Pidamos siempre al Espíritu Santo la gracia de comprenderla cada vez más profundamente y de entenderla como la entiende la Iglesia Católica, única intérprete autorizada por el mismo Dios.
Leamos menos libros y más Evangelio, ya que cada vez que lo leemos le iremos encontrando nuevos sentidos para nuestra vida, porque la Palabra de Dios es viva y tiene eficacia para convertirnos y cambiar nuestro corazón.
Jesús venció al diablo en el desierto con las citas de la Biblia. Nosotros lo venceremos también con citas de la Biblia y del Evangelio, por eso es necesario leer mucho la Sagrada Escritura, en especial el Evangelio, ya que con ello tendremos respuesta a todas las cuestiones e interrogantes que nos planteen los incrédulos, o cuando nos quieran ridiculizar los enemigos, porque el Evangelio tiene respuesta para todo. Jesús ha dado esas respuestas.
El cuerpo que no se alimenta, muere; el alma que no se alimenta, perece, y para evitar esto debe alimentarse de la Palabra de Dios, porque la inteligencia absorbe esta Palabra y la va elaborando en el interior, e incluso cuando duerme va meditando y asimilando las verdades eternas. Por eso es tan importante dejar de mirar televisión, por donde entra tanta maldad en nuestras almas y familias, y dedicar más nuestro tiempo a reflexionar y meditar las verdades eternas, la Palabra de Dios, así nuestro corazón se hace cada día más capaz de conocer a Dios, y así amarlo con todas las fuerzas y amar al prójimo como a nosotros mismos.