viernes, 17 de marzo de 2017

Verdades...

Las verdades de siempre.

El prurito de oír siempre novedades no viene de Dios sino del Maligno. Porque Dios quiere que meditemos día y noche en las verdades eternas, en las verdades de siempre. En cambio el demonio nos sugiere que busquemos lo nuevo, la novedad. Y no pocos teólogos le siguen la corriente al diablo y elaboran doctrinas perniciosas, difíciles de entender y de explicar, con palabras difíciles y errores doctrinales, siendo que Dios es simple, y la doctrina cristiana también es simple como lo es Dios.
De modo que no vayamos tras la novedad, sino aprendamos a asombrarnos al meditar las verdades de siempre, las que están contenidas en el Santo Evangelio, en la Sagrada Escritura toda, en el Catecismo de la Iglesia Católica, y en los escritos de los Santos.
Si hacemos así, entonces un río de luz iluminará nuestra mente y corazón, y no sólo iremos comprendiendo la verdad y descubriendo algunas facetas de los Misterios de la fe, sino que sobre todo nos enardeceremos en el amor a Dios y a los hermanos, pues de eso se trata la doctrina católica: de amar.
Volvamos a las fuentes. Meditemos siempre en las verdades eternas, en el Cielo, en el Infierno, en la muerte, en el Juicio, en los atributos de Dios, y así iremos haciéndonos sabios y descubriendo hermosuras que están escondidas para quienes no acostumbran a reflexionar.
En estos tiempos en que parece que no hay maestros en ninguna esfera, debemos hacernos discípulos predilectos del Espíritu Santo y que Él nos vaya guiando en el conocimiento de la Verdad, custodiada y enseñada por la Iglesia Católica.
No busquemos leer libros de dudosos teólogos, sino más bien volvamos a las fuentes, a la sólida doctrina, y meditemos día y noche en las verdades de nuestra fe, para que la fe que tenemos se acreciente y así podamos hacer apostolado y vivir felices, porque quien bebe del agua viva de la Verdad, no volverá a tener sed jamás. Vayamos a beber del agua pura y viva de la Verdad, y no deambulemos tratando de beber de otras fuentes dudosas y “novedosas”, porque morirá nuestra fe.