domingo, 22 de junio de 2014

Ojos claros...

Con una sola mirada el corazón me arrancó,
bastó sólo una vez y alma me robó,
esa tierna mirada a mi sentir hechizó,
pero a ella todo esto poco le importó.

Quise verme en sus ojos
y casi me costó la vida,
quise que su amor fuera mío 
y dejó a mi corazón vacío.

Ojos claros, ojos claros, ojos claros,
como los recuerdo yo,
pupilas cristalinas llenas de maldición,
mirada tan profunda que hiere la ilusión.

Me parecieron sus ojos dos lindas gotas de agua,
queriendo jugar con ellos me destrozaron el alma,
y los ojos claros que malditos son,
por un par de ellos llora mi corazón.

Hoy ya no más su mirada quiero ver,
aunque sus ojos claros parezcan amanecer,
su belleza y transparencia falsas han de ser,
pues me causaron mucho daño los ojos de esa mujer.


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COMENZANDO EL DÍA

Comulguemos hoy.

Ojalá hoy podamos recibir la Eucaristía, que debe ser el centro de nuestra vida y el centro también de cada uno de nuestros días. No perdamos la oportunidad de acercarnos a la Comunión, si estamos en gracia de Dios, porque un día en que no recibimos la Eucaristía pudiendo hacerlo, es un día desaprovechado.
Cada Comunión bien hecha nos aumenta el grado de gloria en el Cielo, y da honor y gloria a Dios. Nos preserva de accidentes y desgracias. Nos va curando de las heridas y enfermedades del alma (y a veces también del cuerpo y del corazón), y nos perdona los pecados veniales.
No nos damos cuenta con facilidad lo que significa recibir a Jesús Sacramentado cada día.
Pensemos si realmente no podemos ir todos los días a Misa a comulgar por un motivo grave, o es por dejadez u otra excusa que no hacemos el esfuerzo de perseverar en la Comunión diaria.