miércoles, 12 de abril de 2017

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Mensaje de confianza

Fuerza de la Palabra.
Al salir de sus labios adorables, vibrante de ternura y de piedad, esta palabra divina operaba en las almas una transformación maravillosa. Un rocío sobrenatural les fecundaba su aridez, rayos de esperanza les disipaban las tinieblas, una tranquila serenidad ahuyentaba sus angustias. Porque las palabras del Señor “son espíritu y son vida”. “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Como otrora a sus discípulos, es ahora a nosotros, a quienes nuestro Señor invita a la confianza. ¿Por qué rehusaríamos oír su voz?
(De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent)
Comentario:
La Palabra de Dios es viva y eficaz, e infunde fuerza y confianza en quien la acoge en su seno y la conserva en su corazón. En todo su Evangelio el Señor nos anima a confiar en Él.
Jesús quiere que confiemos en Él, porque nada lo hiere más que la desconfianza de las almas, especialmente la desconfianza de las almas elegidas particularmente.
¿Por qué no queremos confiar en Dios? Si sabemos que nada de lo que sucede en el mundo material o espiritual, puede escapar a la Providencia de Dios, ¿por qué no vivimos tranquilos, sabiendo que todo lo que suceda en nuestra vida y en el mundo es querido o, al menos, permitido por Dios para sacar un bien? Los mismos castigos y desgracias, son formas de llamar a nuestras almas al arrepentimiento y a la conversión, para que por la mengua de bienes materiales, entremos en nosotros, reflexionemos y cambiemos de vida, levantándonos del pecado para ir a Dios.
Y si somos buenos y tenemos que sufrir alguna pena o muchas penas, tomémoslo como un descuento de lo que debemos por nuestros pecados pasados, por el castigo que merecemos por ellos, sabiendo que sufriendo aquí en la tierra es como acortamos enormemente nuestro Purgatorio, y también con nuestro sufrir obtenemos gracias para los hermanos y les aliviamos los castigos.
Pase lo que pase en nuestra vida o en el mundo, ¡confiemos en Dios!, porque Dios no permitiría nada si no sacara un bien de eso que ha permitido.