lunes, 21 de julio de 2014

Enseñanzas...

Enseñanzas del Evangelio

Tiempo difícil.

Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y serán odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. (Mt 10, 21-22). 
Enseñanza: 
Este tiempo difícil, muy difícil de que habla aquí el Señor, no ha llegado todavía; al menos no ha llegado en plenitud, pero llegará, como toda palabra de Jesús que se cumple al pie de la letra.
Y para ese tiempo debemos estar preparados ya desde ahora, no dejándonos absorber por una acción desordenada, de modo que descuidemos la oración constante, ya que es la oración lo que nos permitirá mantenernos en pie, fieles al Señor, esperando su segunda venida y perseverando en el bien.
Ya se va perfilando en el mundo que cada vez es más odiado el Nombre del Señor, pues se quieren quitar las cruces de los lugares públicos, y en las constituciones de los países se quiere incluso eliminar hasta el nombre de Dios.
Esto se irá haciendo cada vez más evidente y habrá que tomar partido: con Cristo o contra Cristo. Y entonces se desatará la persecución en toda su crueldad, y bajo la opresión del Anticristo, los cristianos deberemos pasar esta tremenda prueba, como no la hubo desde que existen naciones, y que no la volverá a haber.

No tengamos miedo, pero aprovechemos el tiempo de vida que tenemos para prepararnos a estos acontecimientos que, antes o después, llegarán; y que a juzgar por muchas revelaciones y profecías, son tiempos que no están para nada lejanos.

El Evangelio...

Evangelio explicado

Mt 11, 29. 
La mansedumbre. 
Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. 
Comentario: 
A veces estamos inquietos y malhumorados porque no sabemos ser mansos, estamos irritados y nerviosos, odiamos o guardamos rencor, y entonces es lógico que no tengamos paz.
Si aprendemos a ser mansos como el Señor, la vida se nos hará feliz, porque los mansos heredarán la Tierra, y conquistarán el Cielo, pero antes se conquistarán a sí mismos, que es lo más difícil de lograr, porque uno fácilmente se enoja y encoleriza.
Tratemos de no enojarnos nunca más, por nada, por ningún motivo. Que es difícil, todos lo sabemos; pero en ello va nuestra paz espiritual, y quizás la paz de toda una familia, de una ciudad o hasta del mundo entero.
Así como por una obra de misericordia el Señor socorre a quien necesita, así también al sofocar un momento de rabia y enojo, quizás evitemos algún asesinato lejano, o una pelea cercana.
No creamos que lo que hace cada uno de nosotros quede en un plano personal, sino que sea bueno o malo lo que hacemos, todo tiene su peso y todo influye en el acontecer de nuestra vida y las vidas de muchos, porque el pecado es causa de todos los males, de cualquier clase. Y si pecamos enojándonos y siendo iracundos, entonces atraemos la desgracia sobre nosotros y los nuestros.
El Señor sabe esto, sabe los secretos resortes de la ira, y nos manda a imitarlo en la humildad y la mansedumbre, porque ser mansos nos conviene, en primer lugar, a nosotros mismos.