domingo, 6 de abril de 2014

Papa Francisco...

“¡Tantos cristianos parados! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están parados. El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los parados. Después hay otros: los cristianos errantes, dan vueltas, y vueltas, como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que dan vueltas y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú das vueltas. Los errantes… Entre ellos y nosotros, están los que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”. 31/3/2014. Sta. Marta. Zenit.
“Las dos palabras cristianas son: ¿quieres sanarte?; no peques más. Pero primero lo cura, y después le dice no peques más. Palabras dichas con ternura y con amor. Y este es el camino cristiano, el camino del celo apostólico: acercarse a tantas personas heridas en este hospital de campo, y tantas veces heridas por hombres de la Iglesia. Es una palabra de hermano y de hermana: ¿quieres sanar? Y después cuando va adelante, entonces dice: 'No peques más que no te hace bien'. Es mucho mejor así. Las dos palabras de Jesús son más hermosas que la actitud de la indiferencia o de la hipocresía”. 1/4/2014. Sta. Marta. RV.
“Tres palabras que se deben decir siempre: “permiso, gracias, disculpa”. Las tres palabras mágicas, Permiso, para no ser invasivo en la vida de los conyugues. Permiso, ¿qué te parece, eh?”¡Gracias! Agradecer al conyugue: “pero gracias por aquello que hiciste por mí, gracias por esto”. La belleza de dar las gracias. Y como todos nosotros nos equivocamos, aquella otra palabra que es difícil de decir, pero que es necesario decirla: perdona, por favor, ¿eh? ¡Disculpa! ¿Cómo era? Permiso, gracias y disculpa. Repitámoslo juntos. Permiso, gracias y disculpa. Con estas tres palabras, con la oración del esposo por la esposa y de la esposa por el esposo y con hacer la paz siempre, antes de que termine el día, el matrimonio irá adelante”. 2/4/2014. Aud. General: sobre el Matrimonio. RV.
"La oración nos cambia el corazón. Nos hace entender mejor cómo es nuestro Dios. Pero por esto es importante hablar con el Señor, no con palabras vacías. No, no: hablar con la realidad: Pero, mira, Señor, que tengo este problema, en la familia, con mi hijo, con esto, con lo otro... ¿Qué se puede hacer? Pero mira, que ¡tú no me puedes dejar así! ¡Esta es la oración! Pero, ¿tanto tiempo toma esta oración? Sí, toma tiempo. El tiempo que se necesita para conocer mejor a Dios, como se hace con un amigo. Así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones. Y también reprendiéndole un poco: Pero, tú me has prometido esto, y esto no lo has hecho..., así, como se habla con un amigo. Abrir el corazón a esta oración”.3/4/2014. Sta. Marta. RV.

Evangelio del día...

Evangelio del día 

Jn 11, 1-7. 20-27. 33-45.  
Domingo 5º de Cuaresma. 
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas de Lázaro enviaron a decir a Jesús: “Señor, el que tú amas, está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: “Volvamos a Judea”. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”. Jesús, conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?”. Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás”. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: “¡Cómo lo amaba!”. Pero algunos decían: “Éste que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?”. Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del difunto, le respondió: “Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto”. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Después de decir esto, gritó con fuerte voz: “¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo para que pueda caminar”. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. 
Reflexión: 
“Y Jesús lloró”, dice este Evangelio. Pero debemos entender este llanto, pues si Jesús sabía que iba a resucitar a su amigo Lázaro, por qué llora entonces. Jesús llora al ver a qué estado ha sido reducido el hombre por el pecado original, que al final de su vida terrena muere y se corrompe como una inmundicia, y su alma, muchas veces, queda sepultada para siempre en la Muerte eterna que es el Infierno. Por eso llora Jesús. Él, como Dios que es, había creado al Hombre perfecto, sin sufrimiento, sin muerte; pero a causa del pecado ingresó la muerte y el dolor en el mundo.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de hacer una buena, sincera y completa confesión de nuestros pecados, para poder así resucitar de la podredumbre del pecado.

Jesús, María, os amo, salvad las almas.