miércoles, 4 de mayo de 2016

Pensar...

Para pensar.

Anoche venía viajando en micro, y en el pasaje había también una bebita de pocos meses, que tosía constantemente.
Fueron varias horas de viaje, y aparte que nadie podía dormir, daba piedad y angustia el oírla toser y sufrir así.
Y pensé en lo terrible que será el Infierno, donde ya no se puede dormir jamás, y los gritos de desesperación, dolor, miedo, angustia y horror llenan esa caverna para siempre.
Es una locura descabellada pensar en ello, porque en realidad creemos que nosotros no podemos ir allí. Pero si descuidamos nuestra vida de oración y piedad, corremos el riesgo de enfriarnos en el bien, y dejarnos llevar por el pecado, y terminar, al fin, en aquel tremendo calabozo eterno que es el Infierno.
Si uno a veces no puede conciliar el suelo, porque quien duerme en la misma habitación, ronca: ¿qué será el estar siempre despiertos y oyendo lamentos, gritos, alaridos de almas y demonios? Y aunque el Infierno fuera solo eso, ya sería espeluznante y tendríamos que poner todos los medios para evitarlo.
La Virgen ha dicho en uno de sus mensajes que: “Si los hombres supieran lo que es el Cielo, harían CUALQUIER COSA por ir allí”.
Y nosotros, parafraseando este hermoso mensaje de María, tendríamos que decir también que: Si los hombres supiéramos lo que es el Infierno, tendríamos que hacer CUALQUIER COSA, para NO ir allí”.
Y que estas reflexiones nos hagan pensar y meditar a ver si con nuestra vida estamos ganando el Cielo o, por el contrario, estamos haciendo méritos para la condenación eterna.
Pensemos en estas cosas y, aunque sean dolorosas, tristes o incómodas, es bueno pensarlas y reflexionarlas “ahora”, mientras todavía tenemos tiempo de arrepentirnos y comenzar una nueva vida.