martes, 1 de enero de 2013

Partículas del Evangelio...


Partículas de Evangelio

Según nuestra capacidad. 
Acercándose también el de los dos talentos dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado.” Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” (Mt 25, 22-23). 
Comentario: 
Dicen que Dios no exige lo que no da, es decir, que si Él nos exige algo, dará los medios para lograrlo, para alcanzarlo. Y cada uno deberá dar frutos de acuerdo a la medida propia. Lo importante es no estar ociosos sino aprovechar las gracias y dones que el Señor nos ha dado a cada uno de nosotros, y en la medida propia de cada cual, hacer producir frutos a esos talentos.
No es que Dios necesite de nuestras obras, puesto que los primeros beneficiados somos nosotros mismos, ya que para entrar al Cielo hay que merecer, y podemos merecer con el fruto que producimos.
Dios todo lo que hace, lo hace para nuestro propio bien, ya que Él no necesita de nada ni de nadie para ser feliz. Si nos da la posibilidad de que seamos sus colaboradores en la salvación de las almas, ésta es una gran misericordia suya, puesto que con ello nos da la posibilidad de que, mediante el trabajo apostólico, merezcamos un lugar en el Paraíso.
Trabajemos, entonces, porque nosotros somos los primeros beneficiados, ya que el Cielo que nos espera por haber empleado bien los dones y talentos recibidos de Dios, es tan hermoso que ni siquiera lo podemos imaginar.

El libro...


El libro de tu vida

En pocos días, cierras un volumen más
del libro de tu vida: ha pasado un año.
Cuando comenzaste este libro todo era tuyo,
te lo puso Dios en las manos,
podías hacer con él lo que quisieras:
un poema, una pesadilla, una blasfemia,
un sistema, una oración, un trabajo,
una vocación, unos ideales.

Podías... hoy ya no puedes; no es tuyo,
ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Él te  lo va a leer todo el mismo día
en que cierres los ojos a la vida,
con todos sus detalles.
Ya no puedes corregirlo, ha pasado
al dominio de la eternidad. 

Piensa unos momentos, en estas últimas noches
del año. Toma tu libro y hojéalo despacio,
deja pasar sus páginas por tus manos
y por tu conciencia. Ten el gusto de verte
a ti mismo. Lee todo. Repite aquellas páginas
de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo.

No olvides que uno de tus mejores maestros
eres tú mismo. Lee también aquellas páginas
que nunca quisieras haberlas escrito.
No.... no intentes arrancarlas, es inútil ten valor para leerlas,
son tuyas y no puedes arrancarlas, pero puedes anularlas
cuando escribas tu siguiente libro.
Si lo haces, Dios las pasará de largo
cuando te lea tu libro en el último día.

Lee tu libro viejo en la última noche del Año.
Hay en él trozos de ti mismo;  es un drama apasionado
en el que, el primer personaje eres tú.

Tú en escena con Dios, con tu familia,
con tu trabajo, con la sociedad.
Tú lo has escrito con el instrumento asombroso
de tu libre albedrío, sobre la superficie
inmensa y movediza del mundo.
Es un libro misterioso, que en su mayor parte,
la más interesante, no puede leerlo
nadie más que Dios y tú.
Si tienes ganas de besarlo, bésalo,
si tienes ganas de llorar, llora fuerte
sobre tu viejo libro en la última noche del año. 

 Pero, sobre todo, reza sobre tu libro viejo.
Tómalo en tus manos, levántalo hacia el cielo
y dile a Dios solo dos palabras:
¡Gracias!  ¡Perdón!
Después dáselo a Cristo. No importa cómo esté,
aunque tenga páginas negras, Cristo sabe perdonar.

En el primer día del año, Dios te va a dar otro libro
completamente blanco y nuevo.
Es todo tuyo. Vas a poder escribir en él lo que quieras. 
Pon el nombre de Dios en la primera página.
Después dile que no te deje escribirlo solo.
Dile que te tenga siempre de la mano... y del corazón.
Dile que te enseñe a escribir firme y derecho.
Dile que, aun con borrones, te ayude a seguir
adelante siendo consciente de tus errores.
Dile que te ayude a pensar que es más importante
escribir poco y bien que llenar páginas sin contenido.
Dile que te enseñe a dejar cierto margen para la fe
y la libertad, la esperanza y los sueños.
Dile que cuando se te acaben las ideas, nunca
se te olvide que Dios dicta desde los cielos.
Dile que nunca desesperes y que te ayude a recordar
que Dios, de vez en cuando, escribe
derecho en renglones torcidos.

¡FELIZ AÑO 2013!

P. Javier Leoz