viernes, 11 de enero de 2013

Reflexión...


Vivir católico

Vencer el respeto humano. 
A veces estamos muy convencidos de que creemos en Dios y en su Iglesia, y estamos dispuestos a hacer sacrificios, oraciones y hasta entregar nuestros bienes para hacer apostolado. Pero el Señor nos podría decir como al joven rico: sólo te falta una cosa. Y esa cosa que nos falta a veces es vencer el respeto humano.
Efectivamente cuando tenemos que dar un valiente testimonio ante personas importantes, nuestros jefes, patrones, profesores, empleadores, o simplemente ante nuestros amigos y parientes, es allí donde flaqueamos y nos acobardamos, queriendo quedar bien con todos, sonriendo para no chocar con nadie y “haciendo la vista gorda” ante muchos desórdenes, cuando en realidad tendríamos que reaccionar valientemente y decir las cosas como son, con caridad, pero también con valor y verdad. Porque debemos saber que Dios es Amor, pero también es Verdad. Y no es más Amor que Verdad, sino ambos: Amor y Verdad. Y nosotros, que queremos ser imitadores de Dios, también tenemos que decir con amor la verdad, aunque esto nos traiga inconvenientes, pérdida de puestos de trabajo, desprecios; aunque dejemos de ser estimados por los hombres, porque lo importante es que Dios nos estime. ¿De qué valen la honra, la estima, la fama, si luego uno termina condescendiendo con el mundo y con los mundanos, y al final finaliza su vida lejos de Dios? Porque Cristo tendrá vergüenza de nosotros ante su Padre celestial, si nosotros tuvimos vergüenza de Él ante los hombres.
Entonces pensemos un poco en esto del respeto humano, porque nunca está vencido del todo, sino que siempre aflora, ya sea por miedo al qué dirán, por miedo a ser castigados de alguna forma, en fin, por miedo a parecer anticuados o ridículos, etc.
Y se trata de cumplir bien el primer mandamiento, que es amar a Dios sobre todas las cosas, y sobre todas las personas, cualesquiera que ellas sean.
Trabajemos sobre este defecto y pidamos al Espíritu Santo el Don de la Fortaleza, para animarnos a dar la cara por la Verdad, por Dios.