sábado, 1 de diciembre de 2012

1º de diciembre: Día Mundial de Lucha Contra el Sida...


Vendrá la paz...


Vendrá la paz

Si tú crees que una sonrisa
es más fuerte que un arma,
si tú crees que lo que une a los hombres
es más fuerte que lo que los separa,
si tú crees en el poder de una mano extendida,
si tu crees que ser diferente es una riqueza
y no un peligro, entonces…
¡Vendrá la paz!

Si tú sabes mirar al otro con un poquito de amor,
si tú sabes preferir la esperanza a la sospecha,
si tú estás persuadido
que te corresponde tomar
la iniciativa antes que el otro,
si todavía la mirada de un niño
llega a desarmar tu corazón, entonces…
¡Vendrá la paz!

Si tú puedes alegrarte del gozo de tu vecino,
si la injusticia que golpea a los otros te indigna
tanto como la que tú puedes sufrir,
si para ti el extranjero es un hermano,
si tú puedes dar gratuitamente
un poco de tu tiempo por amor, entonces…
¡Vendrá la paz!

Si tú sabes aceptar que el otro te preste su ayuda,
si tú compartes tu pan
y sabes dar con el un pedazo de tu corazón,
si tú crees que el perdón
consigue más que la venganza,
si tú sabes cantar la felicidad de otro
y bailar su alegría... entonces…
¡Vendrá la paz!

Si tú puedes escuchar al desdichado
que te hace perder tu tiempo
y entretenerlo con una sonrisa,
si tú sabes aceptar la crítica
y hacer que te sea provechosa
sin rechazarla ni defenderte,
si tú sabes acoger y aceptar
un punto de vista diferente al tuyo,
si tú rehúsas a darte golpes por tus culpas
en el pecho de otros entonces…
¡Vendrá la paz!

Si para ti el otro es ante todo un hermano,
si para ti la cólera es una debilidad,
no una manifestación de fuerza,
si tú prefieres ser herido
antes de hacer daño a alguien,
si tú no te sientes tan importante que
después de ti el Diluvio entonces…
¡Vendrá la paz!

Si tú alcanzas y te colocas al lado del pobre
y del oprimido sin creerte un héroe,
si tú crees que el amor es la única fuerza de disuasión,
si tú crees que la paz es posible, entonces…
¡Vendrá la paz!


Mes de la Virgen María...


DÍA VEINTICINCO (1/DIC)
La Iglesia
CONSIDERACIÓN. – Nuestro Señor ha descendido a la tierra no solamente para salvar a la
humanidad con sus sufrimientos y muerte, sino también para fundar la Iglesia, esa sociedad de fieles que
hacen profesión de una misma fe. Dio las direcciones a San Pedro, a los apóstoles y a sus sucesores.
Nosotros tenemos la felicidad de haber nacido en su seno. Nuestros sacerdotes, nuestros Obispos y
nuestro muy Santo Padre el Papa, son, aquí abajo, los representantes de Jesús y los continuadores de su
obra. Nosotros les debemos un gran respeto y una entera sumisión.
La Iglesia es una familia de la cual Jesús es el jefe y nosotros los miembros. El verdadero cristiano
ama a la Iglesia; su corazón se entristece cuando es perseguida por los malvados y sus sacerdotes
calumniados.
El cristiano sabe que el Sacerdote es amigo del desgraciado, socorro del pecador y lo rodea de toda
clase de respetos.
La Santísima Virgen amaba a la Iglesia. En los años que siguieron a la Ascensión de su Divino Hijo,
San Pedro y los otros apóstoles, continuamente le pedían consejos y solicitaban sus plegarias. Pidámosle
que sea siempre la protectora de los cristianos y obtenga de su Divino Hijo, el triunfo de la Iglesia.
EJEMPLOS. – Sobre todo en las épocas en que la Iglesia es perseguida, la fe de los fieles y su
consagración, deben manifestarse por sus obras.
En los primeros siglos del cristianismo vemos a hombres venerables como Pudente, príncipe del
senado romano; a mujeres de alta posición como Priscila, su esposa, emplear su oro y su celo en la
propagación de la fe.
Cuando fueron muertos, dos jóvenes, sus hijas, las jóvenes Pudenciana y Práxedes, vendieron sus
villas y pusieron el importe con todos sus demás bienes a la disposición de San Pedro, para la
propagación de la fe, alivio de los pobres y servicio de la Iglesia, mientras que ellas se retiraban a una
humilde buhardilla, para llevar una vida toda de caridad y plegarias.
Así, en nuestro siglo mismo hemos visto a valerosos jóvenes, dejar, al primer llamado, a sus
familias y sus países para ir a derramar su sangre por la defensa de la Iglesia, alentados en este supremo
sacrificio, por madres verdaderamente cristianas. Una de ellas, al enterarse de la pérdida de su hijo único,
muerto en Monte Libretti, llevó su heroísmo al punto de lamentar no tener un segundo hijo que pudiera
reemplazar, en el ejército de la Santa Sede, a aquel que acababa de perecer gloriosamente.
Citamos aún la consagración de esa pobre sirvienta, quien, llevando a un ministro del Señor sus
ganancias de un año, para ser enviadas al Santo Padre, despojado por los enemigos de la Iglesia, dijo
simplemente:
-¿Los hijos no deben, acaso, ayudar a su Padre?
PLEGARIA DE SAN GERMÁN. – Acordaos de vuestros servidores, Virgen santa, inspirad sus
plegarias, conservadles la fe, llamad los pueblos a la unidad de la Iglesia; haced que reine la paz en el
mundo, libradnos de los peligros que nos rodean y obtenednos un día la recompensa eterna. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Rezaré cada día por el triunfo de la Iglesia.
JACULATORIA. – María, Torre de David, rogad por nosotros