jueves, 4 de febrero de 2016

Cuánto hace?...

¿Cuánto hace?

¿Cuánto hace que no le decimos a Jesús: Jesús te amo? 
Es importante renovar cada día nuestro amor a Dios, a Jesús y a la Virgen, porque Dios no nos ha creado por necesidad, sino para que Le amemos, porque Dios nos creó para Él, para que le amemos y se lo digamos frecuentemente. 
Dios lo tiene todo y no necesita de nada ni de nadie. Pero Dios a veces no tiene nuestro corazón, ni el corazón de tantos hombres. Y eso es lo que quiere y busca el Señor, poseer nuestro corazón y el de todos los hombres. 
No regateemos con Dios por más tiempo, sino entreguémosle nuestro corazón, que sólo estará feliz si ama a Dios, porque para eso ha sido creado nuestro corazón, para que lata de amor por Jesús, por Dios. 
¿Cuánto hace que no damos un beso en el rostro de Cristo, ya sea besando una imagen piadosa de Jesús, un crucifijo, una medalla, o dando un beso espiritual en su Rostro o Corazón? 
Recordemos que ser cristiano, ser católico, no es tanto “cumplir” ciertas leyes, sino más bien amar, porque si amamos a Dios, entonces cumpliremos todo lo que Dios quiere de nosotros. 
También debemos tener muy presente que Dios perdona mucho a quien Le ama mucho. Por eso si tenemos muchos pecados, entonces amemos mucho a Dios, y todo será borrado, porque Dios perdona mucho, perdona todo a quien Le ama completamente. 
Dios nos ha creado para que Le amemos. Y si miramos lo que hacemos todos los días de nuestra vida, nos daremos cuenta de que quizás hemos dejado el amor a Dios para el último lugar. Primero hemos puesto otros amores antes que el amor a Dios. 
Y sin embargo el primer mandamiento nos ordena que debemos amar a Dios con todo nuestro ser y por encima de todo. A veces cumplimos muy mal este mandamiento, que es el primero y principal. 
No creamos que debemos esperar a ser perfectos para amar a Dios, porque si Dios esperara a que Le amemos cuando seamos perfectos, entonces sí que esperaría en vano, pues jamás llegaremos a ser perfectos si no vamos por el camino del amor, amando al Señor como podemos, imperfectamente quizás, pero con buena voluntad, y así sí algún día llegaremos a amar a Dios con perfección. 
Recordemos que Dios no mira tanto lo que sabemos de religión sino más bien cuánto amamos a Dios y al prójimo, es decir, lo que practicamos. 
Pensemos en estas cosas y no dejemos de decirle frecuentemente a Dios, con las palabras y con las obras, que Le amamos.