lunes, 4 de marzo de 2013


What fruits, Lord?

You ask me confidence and, for whatever reason,
I prefer to look back
to savor and dream about what I expected in You.
Want the fruit of my record, and the lowest,
let me tangled threads by laziness,
the warmth or doubts, fragility or clumsiness.
You dream of a better future for me,
and find me dreaming of other things,
with other entities that are not yours,
with a land very different from what you offer me.
Looking at the fig tree, but the fig tree of my life,
not always bear fruit in the holy, noble and good.
You look at the branches of my days
and, rather than see how blunt buds,
I just live under minimum
to give what suits me and does not bother me,
to fruition, little or nothing, if not profit.

What fruits give you, Lord?
Look at my misery,
letting you drag and wealth,
hopefully me pick what suits your kingdom.
Warmly my goodwill,
and throw me away in the arms of vanity,
discover that only You and You always,
are the cause of the good that flows in me.
Forgive my weak harvest
and continues to sow Lord, that maybe tomorrow,
can awaken, discovering in me,
what, today, is conspicuous by its absence:
fruits of truth and love,
generosity and joy,
of faith and hope,
trust and future
of life and truth.
And do not get tired, Lord, to visit your vineyard,
maybe today, maybe not,
but tomorrow, with your help and my effort,
sprout in all its splendor
the fig tree of my life.
Amen.

P. Javier Leoz


Frutos...


¿Qué frutos, Señor?

Me  pides confianza y, por lo que sea,
prefiero  mirar hacia atrás
que  saborear y soñar con lo que en Ti me espera.
Deseas  el fruto de mi constancia y, a la menor,
me  dejo enredar por los hilos de la pereza,
la  tibieza o las dudas, la fragilidad o la torpeza.
Sueñas  con un futuro bueno para mí,
y  me encuentras soñando con otras cosas,
con  otras instancias que no son las tuyas,
con  una tierra muy distinta a la que Tú me ofreces.
Estoy  en la higuera, pero la higuera de mi vida,
no  siempre fructifica en lo santo, noble y bueno.
Miras  a las ramas de mis días
y,  lejos de comprobar cómo despuntan sus yemas,
me  limito a vivir bajo mínimos,
a  dar aquello que me conviene y no me molesta,
a  fructificar, poco o nada, si no es beneficio propio.

¿Qué frutos, darte,  Señor?
Mira  mi miseria,
y  dejándome arrastrar por tu riqueza,
ojala  recojas de mí aquello que a tu Reino convenga.
Acoge  mi buena voluntad,
y  lejos de echarme en brazos de la vanidad,
descubra  que, sólo Tú y siempre Tú,
eres  la causa de lo bueno que brota en mí.
Perdona  mi débil cosecha,
y,  sigue sembrando Señor, para que tal vez mañana,
puedas  despertar, descubriendo en mí,
aquello  que, hoy, brilla por su ausencia:
frutos  de verdad y de amor,
de  generosidad y de alegría,
de  fe y de esperanza,
de  confianza y de futuro,
de  vida y de verdad.
Y  no te canses, Señor, de visitar tu viña,
tal  vez hoy, puede que no,
pero  mañana, con tu ayuda y mi esfuerzo,
brotará  con todo su esplendor
la  higuera de mi vida.
Amén.

P. Javier Leoz


Reina de la Paz...


Mensaje de la Reina de la Paz (Medjugorje) con comentario

Miércoles 25 de ENERO de1995Invitación a la confesión.
"Queridos hijos, os invito a abrir la puerta de vuestro corazón a Jesús, tal como la flor se abre al sol. Jesús desea llenar vuestros corazones de paz y de gozo. Vosotros, hijitos, no podréis hacer realidad la paz si no estáis en paz con Jesús. Por eso, os invito a la confesión a fin de que Jesús pueda ser vuestra verdad y vuestra paz. Por tanto, hijitos, orad para que tengáis la fortaleza de hacer realidad lo que Yo os digo. Yo estoy con vosotros y os amo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" 
Comentario: 
¿Quién no ha experimentado, después de una sincera y completa confesión de los pecados ante un sacerdote, la gran paz y alegría que embarga el alma?
Y es que en la confesión sacramental no sólo se perdonan los pecados, sino que se reciben innumerables gracias para seguir en el combate de la vida y también se curan las heridas del pasado, las que han dejado los pecados ya perdonados. Por eso tenemos que confesarnos con frecuencia y no esperar a cometer un pecado grave para ir a confesarnos, sino que mensualmente, como lo pide la Reina de la Paz, tenemos que acudir al sacramento, porque son muchos los bienes que recibimos de ello.
Si no nos confesamos con frecuencia, entonces no podremos adelantar en la vida espiritual, porque además en este mundo moderno son muchas las ocasiones de pecar que se nos presentan, y no pocas veces caemos en pecados más o menos graves, y si bien en la confesión sólo es necesario decir los pecados graves, también es algo muy bueno confesar además los pecados leves y las imperfecciones, e incluso confesar nuevamente y dolerse por los pecados pasados ya perdonados.
Si hacemos así, entonces la paz de Dios tomará bajo su cuidado nuestro corazón y seremos felices ya en este mundo, porque a pesar de las pruebas de la vida, caminaremos con el alma en paz y la conciencia tranquila.
María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.