miércoles, 6 de agosto de 2014

Confidencias...


DÓNDE BUSCAR LA CAUSA DE TANTO MAL

Escribe, hermano mío, soy el Arcángel Rafael, que quiero completar con un pensamiento mío lo que se te ha comunicado en estos días.
¿Cómo es posible que en ti se estén alternando sentimientos de confianza y de esperanza con otros de temores e incertidumbres?  Después de todo lo que se te ha dicho, esto no debería suceder, si sucede, debes buscar su causa donde ella está. Yo, Rafael, fui enviado a Tobías y a Sara con la misión de liberarla de los seres inmundos que la atormentaban. Aquí es donde se necesita buscar la causa del mal, esto es, hermano querido, tú tienes que convencerte de que debes liberarte de pensamientos, dudas y temores, con los medios que tienes a tu disposición, porque no son otra cosa que interferencias del enemigo común.
Hermano Don Octavio, yo tuve, y aún tengo, el excelso honor de haber sido elegido como instrumento, como ministro para realizar aquellas misiones que me han sido asignadas; pero también tú, también D. P., habéis sido elegidos para realizar una gran misión en la Iglesia y en la Asociación Esperanza; y esta misión, destinada a regenerar a la Iglesia misma, tiene su oposición, dura oposición, con una acción interna y externa; la interna consiste en agitar temores, incertidumbres, turbaciones de todo género y naturaleza; la externa en excitar contra vosotros a tantos que os asaltan por todas partes como perros mastines.

La fe "viva" os guíe en la lucha entre el Bien y el Mal

Hermano Don Octavio, si no quieres,  si no queréis ser superados, debéis defenderos de la manera que os está permitida, aun permaneciendo siempre en la obediencia, siendo esta misma virtud un arma de defensa, Él, el Omnipotente, os ha dado la posibilidad de conocer con precisión el asedio con el que habéis sido sitiados, y con el que todavía lo estáis, pero os ha provisto con todos los medios, como bien sabéis, para defenderos: circunspección, prudencia, oración, sacramentos y sacramentales. No os turbe la incredulidad de este siglo, ni la de tantísimos hermanos vuestros, ni la insensibilidad de muchos Pastores; la Fe viva os guíe en vuestro obrar por el bien vuestro y el de muchas almas.
Doble es, por lo tanto, vuestro frente de defensa: interno y externo. El sacramento de la Confirmación os ha hecho "soldados", esto es, combatientes, y el Sacramento del Orden os ha hecho "comandantes", de los Oficiales de esos soldados; así, pues, no os dejéis engañar ya que hoy el ateísmo, tan extendido como nunca antes lo fue, ha sofocado en la Iglesia esta conciencia con el oscurecimiento de los espíritus, llevando por doquier indiferencia, inercia, y, como consecuencia, ruina y perdición para muchas almas. Para ti es evidente que estas no son exageraciones fanáticas, esta es la triste realidad que lleva al mundo hacia el abismo en el que se precipitará por su terca voluntad de rechazar la Luz.

Por la maldad y sutil malicia del enemigo, de este problema "no se debe" hablar

No te impresione la insistencia, hermano Don Octavio, con la que todos nosotros, que estamos en la bienaventuranza eterna, os invitamos a reflexionar sobre el problema de la lucha entre el bien y el mal, porque este es el verdadero y gran problema de la humanidad, porque en esto la humanidad ha sido y es engañada, porque este es el problema que ha causado la Muerte en la Cruz del Hijo de Dios, del Verbo eterno de Dios hecho Carne, porque este es el problema que Satanás ha querido quitar del medio a los hombres, intensificando su engaño, su mentira, porque este es el problema, pon bien atención en la sutil y malvada malicia del enemigo, este es el problema del que no hace falta hablar, del que "no se debe" hablar.
Don Octavio, D.P., sois ministros de Dios y, como tales debéis asumir la misión que Dios os ha asignado, de poner nuevamente sobre el tapete este vital problema, este central problema, sin importaros las histéricas convulsiones de quien traiciona esta misión con el pretexto de que en su Diócesis no pueden aceptar la Espiritualidad de C. ni la vuestra, dejadlos que hablen, respetando siempre su dignidad Episcopal, tan mal entendida y peor usada.
Adelante, ved cuán cercanos a vosotros estamos, porque éste es el problema, el único gran problema que interesa al cielo y a la tierra. Luz y Tinieblas, Dios y Satanás, salvación y perdición. Este es el problema que interesa a Paraíso, Infierno y a la entera humanidad; y por esto, ve y comprende cómo no hay exageración en nuestra insistencia. Combatamos hombro a hombro por la Gloria de Dios y el bien de las almas, dejemos los muertos a los muertos y adelante en el duro camino.
Dios Uno y Trino te bendiga, os bendiga; bendiga a la Asociación que como tal inicia en embrión su camino, bendiga el Señor vuestros pasos, vuestros propósitos de bien, ahora y siempre.
El Arcángel Rafael

(“Confidencias de Jesús a un Sacerdote” – P. Ottavio Michelini - 5 de junio de 1978)



Dios no hace el mal...

Matar el error, amar al que yerra

Dios no hace el mal. 
Si bien en la Sagrada Escritura y en los escritos de los Santos se suele decir que de Dios vienen los bienes y los males, en realidad ésta es una manera de decir, porque Dios no puede hacer el mal, porque no puede quererlo, ya que el mal es una imperfección, y Dios es perfectísimo.
Debemos tener cuidado cuando nos sobreviene una desgracia o calamidad, porque podemos culpar a Dios de ello. Y si bien muchas personas tienen fe y aceptan estos acontecimientos como venidos de Dios, otras muchas personas se pueden alejar para siempre de Dios, y considerarlo como un ser cruel.
¡No! ¡El mal no viene de Dios, sino de una fuente muy distinta! El mal viene de Satanás y de todos sus demonios. Satanás mismo es el Mal, y de él vienen todos los males.
Ahora bien, ¿por qué Dios permite el mal? Es un misterio. Pero lo que podemos atisbar es que si Dios, con su omnipotencia, no supiera sacar bienes incluso de los males, no permitiría el mal. Pero así como Dios, sabiendo que el hombre pecaría, igualmente lo creó. Y sabiendo antes incluso de la creación del hombre, que los ángeles, en una tercera parte, pecarían, igualmente los creó; así también permite los males porque al final hará desembocar todo en su gloria, en la Gloria de Dios, que en definitiva toda criatura deberá glorificar a Dios.
Entonces cuando suframos algo o veamos a alguien que sufre, no creamos que es Dios el autor de ese sufrimiento, sino que es el demonio y el pecado y los hombres malvados. Dios quizás lo ha permitido, ya sea como “castigo”, o como providencia para que esa persona tenga el medio de pagar en este mundo lo que debe a la Justicia de Dios, y así, después de su muerte, vuele enseguida a los brazos del Padre eterno, teniendo un corto o nulo Purgatorio.
Lo que nos toca a nosotros es no juzgar el actuar de Dios, lo que permite o no permite, sino adherirnos a su voluntad, ya sea su Voluntad positiva, o su Voluntad permisiva, y rezar mucho para que Dios no permita ciertas pruebas en nosotros, en nuestras familias y en el mundo. He aquí entonces la grandísima importancia de la oración. Como decimos a veces cotidianamente: “¡Dios no lo permita!”, así tenemos que rezar para que Dios no permita que el Mal nos haga mal. Pero si lo permitió, entonces sepamos que de ello el Señor sabrá sacar bienes para nosotros y para el mundo.