lunes, 14 de enero de 2013

Message...


Message confidence

Trust in Providence.

After converted, San Francisco de Asis despised dreams of glory before had dazzled. Fleeing from mundane meetings, retired to the woods to there, delivered largely to prayer gave alms generously. This change did not please his father, who dragged his son to the diocesan authorities, accusing him of dissipating assets. Then, in the presence of the bishop marveled, Francis renounces his paternal inheritance, leaving even the clothes that came from family sheds all. And vibrating a superhuman happiness, exclaims: "Oh, my God! Now I can call you with more truth than ever: Our Father which art in heaven! "

Here is how the holy act.

 (From "The Book of Confidence", Thomas P. Raymond of Saint Laurent)

Comment:

One of the things that we think is our trust in God's providence. Because often we lack this confidence, that God would find us to act in our lives.

God actually wants to find confidence in our soul, to shed their gifts and graces in us and our loved ones.

If we distrust God, then not only hurt your heart loving and provident Father, but we closed the entrance to a multitude of gifts and graces, including material that God wants to give us.

For the measure you receive is a measure of our confidence as we have confidence in God is like the container with which we receive the graces and heavenly gifts and materials of God for us. If our confidence is very large, ie that our container has great ability, then prepare to get through on a scale that we will be admired and marveled, not only us, but also those around us, to see how much God loves us. And just because we have trusted in God, because we love it and we know that He loves us and wants the best for us.

Always trust in God, remembering a word of the Creed: I believe in God the Father Almighty.

Because God can do anything, but to act requires our trust, and He acts on the measure of our confidence in Him


Confianza...


Mensaje de confianza

Confianza en la Providencia. 
Después de convertido, San Francisco de Asís despreció los sueños de gloria que antes lo habían deslumbrado. Huía de las reuniones mundanas, se retiraba a los bosques para, allí, entregarse largamente a la oración; daba limosnas generosamente. Este cambio desagradó a su padre, que arrastró a su hijo a la autoridad diocesana, acusándole de disipar los bienes. Entonces, en presencia del obispo maravillado, Francisco renuncia a la herencia paterna; deja incluso la ropa que le venía de familia; se despoja de todo. Y vibrando de una felicidad sobrehumana, exclama: “¡Oh, Dios mío! ¡Ahora sí podré llamaros con más verdad que nunca: Padre nuestro que estás en los Cielos!”
He aquí cómo actúan los santos. 
 (De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent) 
Comentario: 
Una de las cosas que debemos meditar es nuestra confianza en la Providencia de Dios. Porque muchas veces estamos faltos de esta confianza, que Dios quiere encontrar en nosotros, para actuar en nuestra vida.
Efectivamente Dios quiere encontrar confianza en nuestra alma, para derramar sus dones y gracias en nosotros y nuestros seres queridos.
Si nosotros desconfiamos de Dios, entonces no sólo herimos su Corazón de Padre amoroso y providente, sino que cerramos la entrada a multitud de dones y gracias, incluso materiales, que Dios nos quiere otorgar.
Porque la medida con que recibimos es la medida de nuestra confianza, ya que la confianza que tenemos en Dios es como el recipiente con el cual recibimos las gracias y dones celestiales y materiales de Dios hacia nosotros. Si nuestra confianza es muy grande, es decir, que nuestro recipiente tiene gran capacidad, entonces preparémonos a recibir gracias de tal calibre que quedaremos admirados y maravillados, no sólo nosotros, sino también quienes nos rodean, que verán cuánto nos ama Dios. Y sólo porque hemos confiado en Dios, porque lo amamos y sabemos que Él nos ama, y que quiere lo mejor para nosotros.
Confiemos siempre en Dios, recordando una palabra del Credo: Creo en Dios Padre Todopoderoso.
Porque Dios todo lo puede, pero para actuar necesita nuestra confianza, y Él actúa en la medida de nuestra confianza en Él.

Meditación...


MEDITACIÓN DE HOY
Para gloria de Dios. 
Nótese que no basta ejecutar buenas obras, sino que hay que ejecutarlas bien. Para que nuestras obras sean buenas y perfectas es preciso hacerlas con el recto fin de agradar a Dios. Tal fue la gran alabanza que se dio a Jesucristo: Todo lo ha hecho bien. Acciones habrá que en sí sean laudables, mas porque se ordenan a otro fin que el de la gloria de Dios, de poco o ningún valor serán ante Él. Decía Santa Magdalena de Pazzi: “Dios recompensa nuestras acciones a peso de rectitud”; es decir, que según sea la rectitud de la intención, así Dios tendrá por buenas y recompensará nuestras obras. Pero ¡ah, Dios mío, cuán difícil es hallar una obra hecha tan sólo por Dios! Recuerdo ahora a un santo religioso, ancianito él y muerto en olor de santidad, después de una vida de trabajos por la gloria de Dios; cierto día me decía, triste y turbado por la ojeada que acababa de echar a su vida: “Padre mío, de todas las obras de mi vida no hallo ni una que haya sido hecha puramente por Dios.” ¡Maldito amor propio, que echa a perder todo o la mayor parte del fruto de nuestras buenas acciones! ¡Cuántos predicadores, confesores, misioneros, se fatigan en los más santos ministerios, y al cabo poco o nada recogen para el Cielo, porque no tienen por única mira a Dios, sino más bien la gloria mundana, los intereses o la vanidad de la ostentación o, al menos, de su natural inclinación! 
“Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio 
Comentario: 
Así como un barco no llegará a puerto si el timonel no da constantes golpes de timón a la embarcación para que no pierda el rumbo; así tampoco nosotros llegaremos al Cielo si no corregimos constantemente nuestra intención en el obrar, que debe ser siempre por Dios y por su gloria, y no por intereses humanos.
Pensemos un poco y recordemos nuestras buenas obras pasadas, y escudriñemos si en ellas no se ha mezclado algo o mucho de amor propio, de deseos de alabanza y aprobación humanas. Porque las obras buenas tienen premio en tanto y en cuento sean hechas con pureza de intención, que es por la gloria de Dios y bien de las almas.
Estamos a tiempo todavía porque no estamos muertos, sino que, Dios mediante, tendremos un poco más de tiempo de vida para rectificar y comenzar a hacer buenas obras con la recta intención, con pureza de miras.
Si hacemos así, entonces nuestro Cielo será bellísimo porque estaremos cargados de buenos frutos, que recibirán su premio en el Paraíso, y no seremos como aquellos que nombra la Escritura que comieron mucho pero no se hartaron, y que trabajaron mucho pero no obtuvieron nada.
Pensemos en estas cosas y rectifiquemos la intención, obrando siempre por amor a Dios y a los hermanos, y buscando sólo la gloria de Dios y salvación de las almas.